La economía del bien común

Septiembre, 2012.- La economía del bien común es una alternativa que propone recompensar e incentivar las relaciones económicas basadas en los valores humanos fundamentales que han permitido que la existencia humana y social tenga éxito. Por ello propone desligar las falsas guías éticas  de búsqueda del beneficio y competencia y añadir las guías que si sirven a la mayoría tales como la confianza, la cooperación, la solidaridad y voluntad de compartir. El bien común es entendido como el respeto por la dignidad humana que significa dar valor en igualdad sin condiciones que poseen todos los seres humanos. La defensa de la dignidad -la convención de las personas como iguales- es la premisa para la libertad de esa comunidad.

La economía actual persigue el beneficio propio como fin supremo y por tanto a utilizar a los demás como medios para nuestros fines. La economía capitalista persigue ciegamente el aumento del capital financiero y no el bienestar de todos, el capitalismo destruye los fundamentos vitales del ser humano y de la economía. El libro de Christian Felber es una alternativa que demuestra que el beneficio sólo es un medio para un fin claramente definido: aumentar el bien común. Por eso propone el balance del bien común basado en que el éxito de las empresas se mida en la consecución de los valores básicos de la dignidad humana, la solidaridad, la justicia, la sostenibilidad ambiental y la democracia. El balance financiero de una empresa cumple un requisito central, pero no es realmente el objeto de la actividad empresarial. La finalidad del esfuerzo de las empresas es su compromiso social y entonces el beneficio pasa de ser finalidad para convertirse en medio.

Centenares de ciudadanos, políticos, asociaciones y empresas ya se han unido a esta iniciativa y hay grupos de trabajo en España. Un economista alternativo presenta la teoría de "La economía del bien común", la cual ofrece unos postulados perfectamente aplicables que darían la vuelta al modelo económico actual.

La economía del bien común es una propuesta realista, que se está aplicando ya en varios países por parte de empresas comprometidas y que se basa en otro sistema financiero completamente distinto de forma que los proyectos empresariales que generen un valor social y ecológica obtendrían créditos sin intereses y no tendrían que devolver la totalidad de la cantidad prestada. Por el contrario los que generen un valor negativo no consiguen ningún crédito e incluso aunque desde el punto de vista comercial pudieran ser rentables. Por eso la inversiones éticas se convierten en un estándar legal. El dinero es relegado a un papel meramente funcional, se vuelve barato y sirve al bien común. Nadie puede ser rico sólo con posesiones, los ingresos se generan con el trabajo; los salarios bastan, por tanto, para que todo el mundo viva bien. En este sentido propone que se limite el derecjo a la propiedad ya que la posición absoluta del derecho de propiedad se ha convertido hoy en día en la mayor amenaza para la democracia.

La propuesta de Christian Felber propone que se debata en la economía del bien común un tope máximo que limite la propiedad privada a un valor máximo de diez millones de dólares que aunque es una cantidad grande es demasiado poco para comprar al gobierno o manipular a la sociedad según los propios deseos como sucede ahora que las grandes corporaciones controlan realmente a los gobiernos. Gobiernos que aunque elegidos democráticamente no responden cuando incumplen sus promesas. También propone que no se regrese a un sistema de servicios públicos tal y como los conocíamos sino que sea la población que controle y dirja directamente los sectores esenciales de la economía tales como carreteras, ferrocarriles, colegios, hospitales, redes eléctricas, telecomunicaciones, etc.

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Portada del libro publicado por Deusto (Grupo Planeta).

Uno de los puntos fuertes de la economía del bien común sería que ganar dinero ya no es el fin cuyos efecots secundarios -la satisfacción de necesidades, el bienestar y una existencia con sentido- se podían dar pero no tenían obligatoriamente que darse. Al contrario, en la economía del bien común, el objetivo es la satisfacción de necesidades, el bienestar y una actividad coherente; la fundación y la dirección de las empresas -y el uso del capital financiero- son el medio para conseguirlo. Pero para el florecimiento de la economía del bien común hay que fomentar la promoción de nuevos valores, la sensibilización de la conciencia del ser humano -incluyendo el propio cuerpo- la práctica de competencias sociales y comunicativas y el aprecio por la naturaleza. Eso exigiría una nueva educación obligatoria basada en la educación emocional, la educación ética, la educación comunicacional, la educación para la democracia, la educación para descubrir la naturaleza y el conocimiento del cuerpo humano.

A continuación el reto está en la democracia directo en tres pasos: que cada ciudadano o grupo de ciudadanos pueda reunir argumentos que apoyen una ley deseada, que si esta ley encuentra suficientes seguidores s esometa a referendm a nivel nacional y que de la votación si es mayoritaria suponga que la propuesta de ley se convierta en vinculante. Christian Felber denuncia los principales mitos de la actual democracia en el que en realidad el pueblo ya no es soberano sino meramente espectador de sus gobernantes, que obedecen sólo al poder financiero. Los actuales partidos políticos son un callejón sin salida para la democracia real porque destacan lo particular, no lo común. La democracia de partidos promueve la competencia pero la democracia debería basarse en un proceso cooperativo.

El autor del libro reconoce que la economía del bien común no resolvería todos los problemas, pero que al estar basada en valores humanos fundamentales fomentaría una evolución rápida hacia una sociedad más democrática, cooperativa y libre. Es una economía de mercado pero cooperativa y donde el mercado no está definido por una ley natural como sucede actualmente sino que es un lugar de encuentro entre las personas en el que se establecen relaciones de negocio con ética. En el libro de La economía del bien común se resume la propuesta en viente puntos. Su lectura seguro que os animará a querer leer este libro que tiene como mérito de ser comprometido, realista y un camino para que el dinero y los mercados vuelvan a servir a las personas y no al revés. No os perdáis su lectura. 

Los 20 puntos básicos de la economía del bien común

1. La economía del bien común se basa en los mismos valores que hacen florecer nuestras relaciones: confianza, cooperación, aprecio, democracia, solidaridad. Según recientes investigaciones científicas conseguir buenas relaciones es la mayor fuente de motivación y felicidad de los seres humanos.

2. El marco legal económico experimenta un giro radical, cambiando las reglas del juego de afán de lucro y competencia por cooperación y contribución al bien común: las empresas que practican la cooperación serán recompensados. En cambio, el comportamiento competitivo conlleva desventajas.

3. El éxito económico no es medido por indicatores monetarios como el beneficio financiero o el BIP, sino con el balance del bien común (a nivel de empresas) y el producto del bien común (a nivel de sistema). El balance del bien común se convierte en el balance principal de todas las empresas. Cuanto más social, ecológica, democrática y solidaria sea la actividad, mejores serán los resultados del balance del bien común alcanzados. Mejorando los resultados del balance del bien común de las empresas en una economía nacional, mejorará el producto del bien común.

4. Las empresas con buenos balances del bien común disfrutarán de ventajas legales: tasas de impuestos reducidas, aranceles ventajosos, créditos baratos, privilegios en compra pública y a la hora de reparto de programas de investigación, etc. La entrada en el mercado se verá, por tanto, más favorecida para actores éticos y sus productos y servicios, que los de los no-éticos, indecentes y no ecológicos.

5. El balance financiero será el balance secundario. El beneficio financiero pasa de ser fin a ser medio. Éste sirve sólo para aumentar el ‘nuevo’ fin empresarial: Aportación al bien común. Los excedentes del balance financiero deberán utilizarse para: inversiones con plusvalía social y ecológica, devolución de créditos, depósitos en reservas limitadas, bonificación a los empleados de forma restringida, así como créditos sin intereses a empresas cooperadoras. No se utilizarán los excedentes para bonificar a personas que no trabajan en la empresa, adquisición hostil de otras empresas, inversión en mercados financieros (éstos dejarán de existir), o aportaciones a partidos políticos. En contrapartida, el impuesto sobre el beneficio empresarial será eliminado.

6. Como el beneficio financiero es ahora un medio, y deja de ser un fin, las empresas pueden esforzarse hacia su tamaño óptimo. No tienen que temer ser adquiridas, o sentirse obligadas a crecer para ser más grandes, más fuertes o con mayores beneficios. Todas las empresas están liberadas de la coerción de crecer y tragar.

7. Exisitiendo la posibilidad de aspirar sin miedo al tamaño óptimo, habrá muchas empresas pequeñas en todas las ramas. Como no tienen que crecer más, les será más fácil cooperar y practicar la solidaridad. Se pueden ayudar mutuamente con conocimientos, tecnología, encargos, personal o créditos sin interés. Serán recompensadas con resultados del balance del bien común positivos. Las empresas van formando una red de aprendizaje solidaria, la economía se transforma en un sistema win-win.

8. Las diferencias de ingresos y patrimonios serán limitadas: ingresos máximos de por ejemplo 20 veces el salario mínimo. Propiedades que no excederán p. ej. los 10 millones de euros, el derecho de cesión y herencia, 500.000 euros por persona, en empresas familiares a 10 millones de euros por hijo. El excedente sobre estos límites serán repartidos a través de un “fondo de generaciones” como “Dote democrático” a las siguientes generaciones: igualdad de capital inicial significa mayor igualdad de oportunidades. (Los márgenes exactos deberán ser definidos democráticamente en una asamblea económica.)

9. En grandes empresas a partir de un elevado numero de empleados (por ejemplo, más de 250) los derechos de decisión y propiedad pasan parcial y progresivamente a los empleados y ciudadanos. La población podrá ser representada directamente a través de “parlamentos económicos regionales”. El gobierno no posee derecho decisorio o de intervención en empresas publicas.

10. Esto es igualmente válido para los bienes democráticos, la tercera categoría de propiedad, junto a una mayoría de pequeños y medianos empresarios y grandes empresas de propiedad mixta. Por bienes democráticos entendemos instituciones económicas públicas en campos de enseñanza, salud, acción social, movilidad, energía, o comunicación: la infraestructura básica.

11. Un bien democrático importante es el banco democrático. Éste sirve, como todas las empresas, al bien común y, como todos ellos, controlado por la ciudadanía soberana y no por el gobierno. Sus servicios consisten en depósitos de ahorro garantizados, cuentas corrientes gratuitas, créditos de interés reducido y créditos de riesgo com plusvalía social y ecológica. El Estado se financia primordialmente a través de créditos sin interés del Banco Central. El Banco Central obtiene el derecho exclusivo de la creación de dinero y efectúa las transacciones de capitales internacionales para impedir evasión fiscal. Los mercados financieros en la forma actual ya no existen.

12. Siguiendo la propuesta de John Maynard Keynes del 1944, se establece una cooperación monetaria global a base de una unidad de calculación (p. ej. “globo”, “terra”) para el comercio internacional. A nivel local, monedas regionales pueden complementar la moneda nacional. Para protegerse de la competencia injusta, la UE inicia una zona de comercio justo (Zona del Bien Común) con estándardes harmonizados o con tarifas aduaneras correlacionadas con el resultado del BBC de la empresa productora. A largo plazo, la meta es una Zona del Bien Común en la ONU.

13. A la naturaleza se le concede un valor propio por lo cual no puede transformarse en propiedad privada. Quien necesite un pedazo de tierra para vivir, agricultura o comercio, se le cede una superficie limitada de forma gratuita o pagando una tasa de utilización. El uso de la tierra está condicionado a criterios ecológicos y al uso concreto. Esto será el final de la especulación inmobiliaria, el “landgrabbing” (apropriación de grandes superficies por multinacionales u otros países) y el latifundismo. En contrapartida, se anula el impuesto sobre el terreno.

14. El crecimiento económico deja de ser un fin. Un nuevo objetivo será la reducción de la huella ecológica de personas privadas, empresas y naciones, hacia un nivel globalmente sostenible y justo. El imperativo categórico de Kant será extendido a la dimensión ecológica. Nuestra libertad de elegir un estilo de vida determinado encuentra su fin cuando limita la libertad de otros de elegir el mismo estilo de vida o por lo menos llevar und vida en dignidad. Personas privadas y empresas serán incentivadas para medir su huella ecológica y reducirla a un nivel globalmente sostenible y justo.

15. El horario de trabajo retribuido se verá reducido escalonadamente hacia la marca, deseada por mayoría de 30 a 33 horas semanales. De este modo queda tiempo libre para otros tres campos de trabajo de gran importancia: trabajo de relaciones y cuidados (niños, enfermos, ancianos), trabajo de crecimiento personal (desarrollo de la personalidad, arte, jardín, ocio), trabajo en la política y actividades públicas. Como consecuencia de este reparto más equlibrado entre las distintas actividades, el estilo de vida se hará más suficiente, menos consumidor, y más sostenible.

16. Cada décimo año en la profesión es un “año sabático” que será financiado a través de un salario mínimo incondicional. Las personas pueden hacer en este tiempo lo que quieran. Esta medida descarga el mercado de trabajo en un diez por ciento de la tasa de desempleo en la Unión Europea.

17. La democracia representativa será completada por la democracia directa y la democracia participativa. La ciudadanía soberana debería poder controlar y corregir su representación, decretar leyes por si misma, modificar la constitución y poder controlar las infraestructuras de abastecimiento: ferrocarril, energía, agua, correos, bancos. En una democracia real son idénticos los intereses de los representantes y los de la ciudadanía soberana. Requisitos para ello son derechos constitucionales de co-legislar y de controlar por parte de la ciudadanía soberana.

18. Todos los puntos angulares deberán madurarse a través de discusiones intensas en un amplio proceso de bases, antes de que se conviertan en leyes elaboradas por una asamblea económica directamente elegida; su resultado se votará democráticamente por la ciudadanía soberana. Lo que sea aceptado, se introducirá en la constitución y sólo podrá volverse a cambiar con el respaldo de la ciudadanía soberana. Aparte de la asamblea económica del bien común puede haber otras
convenciones para profundizar la democracia: asamblea para la educación, asamblea para los medios de comunicación o una asamblea para el desarrollo de la democracia.

19. Para afianzar en los niños los valores de la economía del bien común y poderlos practicar, el sistema de educación debería estar orientado igualmente hacia el bien común. Esto requiere otra forma de enseñanza y otros contenidos, como por ejemplo: emocionología, ética, comunicación, educación democrática, experiencia de la naturaleza y sensibilización corporal.

20. Debido a que en la economía del bien común, el éxito empresarial posee un significado muy diferente al que actualmente recibe, se demandan otras competencias de gestión. Las empresas ya no buscan a los gerentes más duros y ejecutivos de la “eficiencia cuantitativa”, sino a los más responsables y socialmente competentes, los más empáticos y sensibles que consideran la codeterminación como una oportunidad y un beneficio para todos.

 

La economía del bien común no es ni el mejor de los modelos económicos ni el final de una historia, sólo el paso siguiente hacia un futuro más sostenible, justo y democrático. Se trata de un proceso participativo, de desarrollo abierto que busca sinergia en procesos similares como: economía solidaria, economía social, movimiento de bienes comunes, economía del postcrecimiento o democracia económica. Juntando sus esfuerzos, una gran cantidad de personas y actores son capaces de crear algo fundalmente nuevo. La implementación de la visión requiere motivación intrínseca y autorresponsabilidad, incentivos económicos, un orden político-legal coherente, así como concienciación. Todas las personas, empresas y comunidades están invitadas a participar en la reconstrucción de la economía hacia el bien común.

Artículo elaborado por el equipo de terra.org a partir de ideas extraídas del libro de Christian Felber, La economía del bien común y de la web del movimiento.

Ficha técnica
Fecha de publicación: 01/06/2012
288 páginas
Idioma: Español
ISBN: 978-84-234-1280-8
Código: 10008612
Formato: 13 x 20 cm.
Presentación: Rústica con solapas
Traductor: Silvia Yusta Fernández
Editorial Deusto

Modificado
09/02/2017

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