¿Qué nos impulsa a hacer tantas cosas? ¿De dónde vienen las buenas ideas? ¿Podríamos hacer cosas de otro modo? La Plenitud. Creatividad, innovación y hacer “cosas”, de Rich Gold, se pasea sobre estas cuestiones y aporta interesantes reflexiones sobre cómo nuestra sociedad produce sin freno bienes y servicios y sobre cómo lo hace de espaldas al propio bienestar de las personas y del planeta.
Rich Gold utiliza el término Plenitud para expresar la totalidad de cosas, acciones, ambientes que nos rodean. Pero esta plenitud es un todo fabricado, manipulado, por los humanos. Es un todo en el que nos encontramos inmersos lo queramos o no. Un todo en el que vivimos rodeados de cosas y en el que nuestro trabajo (en el mejor de los casos, si disponemos de trabajo) sirve para crear más cosas. El todo del que formábamos parte como primeros pueblos era bien distinto. Pero ahora vivimos en este nuevo todo que, pese a encontrarse dentro de otro sistema, la Tierra -los límites de la cual no puede superar-, se comporta como si pudiera sustituirlo y de hecho apenas nos deja verlo.
Rich Gold fue un personaje ecléctico, y ecléctico es el contenido de La Plenitud. El autor fue artista, compositor, diseñador, inventor, conferenciante y escritor. De todas sus experiencias vitales, profesionales y creativas, bebe este peculiar relato sobre la innovación y el diseño que nos presenta como si de una conferencia se tratara, con un estilo desenfadado y lectura sencilla.
El autor expone su visión personal del momento actual de nuestras sociedades, de la creación de objetos y servicios y de los mecanismos de la innovación. No se trata de un libro para expertos, aunque es muy posible que su lectura pueda animar a cualquier no-entendido en el tema a indagar y sumergirse en los mecanismos creativos del ser humano.
Por otro lado, durante la primera mitad del libro, la crítica ambiental del sistema de creación y producción actual brilla por su ausencia. Esto también es posible gracias a la multiplicidad de facetas y roles desempeñados por el autor a lo largo de su vida, que posibilitan que adopte en cada momento y de manera premeditada una “visión parcial” de las cosas. En esa primera parte, las personas sensibles con el problema ambiental que leen el libro empiezan a inquietarse y revolverse en su asiento, incómodos. ¿Es que construir cosas forma parte de la naturaleza humana y debemos aceptarlo? ¿Qué hay de todos los productos tóxicos y el consumo energético y de recursos que conlleva ese insaciable impulso creador / comprador? Pero hacia la segunda mitad, el gran creativo y conocedor de los mecanismos que hacen que las personas consuman más (más televisión, más movilidad, más objetos) ve con la claridad de una revelación que esa curva de consumo ascendente por siempre jamás no es posible. La moraleja del libro es clara y de gran valor, por venir de alguien que en un principio es ajeno (si es que alguien puede serlo) al mundo ambiental y que no utiliza el lenguaje de los ecologistas, sino el de los directivos, los publicistas, los guionistas, los diseñadores... Cuando todas las profesiones creadoras que mueven esta sociedad interioricen claramente la situación ambiental que propician sus creaciones, empezaran a cambiar las cosas. La sociedad se seguirá moviendo y creando, pero sin dejar de ver la otra parte de la Plenitud, la de la biosfera y el resto de seres que nos acompañan y acompañarán en el planeta.
Estamos en un momento crítico y se habla de lo necesario de la innovación para salir de él. Pero la innovación que necesitamos debe ser una innovación para vivir dentro de los límites de la Tierra. Incluso los expertos lo dicen. Así pues, manos a la obra. Pensemos y creemos.
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