Sobre el decrecimiento, Serge Latouche –profesor emérito de Economía de la Universidad Paris-Sud XI (Orsay)– ha escrito ya diversas obras publicadas en español, como Sobrevivir al desarrollo (Icaria, 2007) y La apuesta del decrecimiento (Icaria, 2008). Así que ahora nos llega, quizás, su obra más destilada. Decimos destilada, porque en unas pocas páginas concentra lo esencial del mensaje del decrecimiento como movimiento social o tendencia imprescindible para la salud planetaria.
Título original: Petit traite de decroissance sereine - Autor: Serge Latouche - Editorial Icaria - Col. Más Madera, 72 - 143 pp. - Barcelona, 2009
Precisamente, mientras esta obra se traducía a nuestro idioma por parte de la comprometida Editorial Icaria, la Fundación Tierra ponía a disposición (noviembre 2008), en el número 44 de las monografías de educación ambiental de la colección Perspectiva Ambiental, una titulada "Acrecimiento". Y es que, a pesar de las obras de divulgación de Latouche y del movimiento del decrecimiento, faltaba un prontuario para acercarse a las ideas básicas de este eslogan político donde se agrupan las opciones críticas contra el desarrollo del totalitarismo economicista, desarrollista y progresista ilimitado.
Pequeño tratado del decrecimiento sereno constituye, a modo de prontuario, el manual básico para tener las ideas claras. Por eso propone lo que llama el "círculo virtuoso del decrecimiento sereno", una revolución que implique transformar la sociedad a partir de las llamadas ocho "R": revaluar, reconceptualizar, reestructurar, redistribuir, relocalizar, reducir, reutilizar, reciclar, todas ellas destinadas a generar un proceso de decrecimiento sereno, amable y sostenible. En cada "R", Latouche destila las bases de lo que debemos hacer. Así, es evidente que el altruismo debe dar un paso frente al egoísmo, la cooperación frente a la competencia, el placer del goce y el ethos del juego frente a la obsesión del trabajo, la importancia de la vida frente al consumo ilimitado, lo local frente a lo global, la autonomía frente a la heteronomía, el gusto de una buena obra frente a la eficiencia productivista, lo razonable frente a lo racional, el trato humano frente al trato material, etc. Preocupación por la verdad, sentido de la justicia, responsabilidad, respeto por la democracia, elogio de la diferencia, solidaridad, vida del espíritu: he ahí los valores que debemos reconquistar a cualquier precio, puesto que son el fundamento de nuestro florecimiento y nuestra protección para el futuro. Y para todo ello, nos basta dejar de creer en la dominación de la naturaleza y pasar a buscar una inserción armoniosa.
La receta del decrecimiento consiste en hacer más y mejor con menos, pero también en reducir, desacelerar y, por ende, resistir al imperio de la velocidad y a las tendencias actuales. Latouche, por ejemplo, defiende la implantación de la siesta española, suprimida en aras de la homogeneización de los horarios. Pero, esencialmente, el decrecimiento es un programa político, no tanto porque vaya a ser un nuevo partido, pero si porque requiere reflexionar sobre cuestiones políticas tales como:
1. Recuperar la huella ecológica igual o inferior a un planeta.
2. Integrar los costes de transporte en todas nuestras actividades.
3. Relocalizar las actividades.
4. Restaurar la agricultura campesina, ecológica y tradicional.
5. Transformar las ganacias de productividad en reducción del tiempo de trabajo y en creación de empleos.
6. Impulsar la "producción" de bienes de comunicación, como la amistad y el conocimiento.
7. Reducir el despilfarro de energía.
8. Penalizar firmemente los gastos en publicidad.
9. Decretar una moratoria a la innovación tecnocientífica.
Este pequeño tratado para impulsar el decrecimiento sereno concluye con una idea bien clara: la supervivencia misma de la Humanidad –un humanismo bien entendido, podríamos decir–, nos obliga a reintroducir la conciencia ecológica en el corazón de la preocupación social, política, cultural y espiritual de la vida humana.
En cada párrafo, Pequeño tratado del decrecimiento sereno nos invita a cambiar la trayectoria de nuestro destino como sociedad para no lanzarnos a la catástrofe ecológica y humana a la que avanzamos, porque estamos a tiempo de imaginar un sistema basado en otra lógica: una "sociedad de decrecimiento".