Un libro se convierte en algo apasionante cuando tras cada palabra o frase uno encuentra el alma del autor. Nadie podría aventurar por el título de la obra que tras él se esconde un pequeño milagro de la divulgación humanista. Advertimos que se trata de un paseo por la historia y sus avatares con la energía elaborado por un ingeniero, Eduardo Lorenzo, destacado profesor de reconocido prestigio mundial en el campo del desarrollo de la energía fotovoltaica, pero cuya pasión es el saber humano. No se trata de un libro de erudición sino que es el resultado de las múltiples reflexiones de un apasionado de la lectura, y que en cada una de ellas extrae lo que le motiva: el camino evolutivo de la humanidad, el cual está íntimamente ligado a la energía.
Sobre el Papel de la Energía en la Historia de Eduardo Lorenzo. Publicado por Progensa-Sevilla, 2006.
Sobre el Papel de la Energía en la Historia (Volumen I) es un apasionante paseo que empieza con el propio aprovechamiento energético del cuerpo humano como sistema que tras comer alimentos puede oxidarlos y generar calor, residuo y sudor. Los balances energéticos se ilustran con numerosos cálculos para que el lector pueda entender la magnitud respecto a lo que habitualmente entendemos como energía. Por ejemplo, mientras la masa del cerebro es el 5 % de la masa corporal, éste se lleva el 20 % del consumo energético humano. Si a esfuerzo mecánico nos refiriéramos, la energía producida por una central termoeléctrica que produzca 9.100 gigavatios-hora resulta que “come” tanta energía como 30 millones de personas normales y produce el trabajo equivalente a 50 millones de esforzadísimos obreros.
Pero esta inmersión inicia a continuación un descenso hacia el cómo y el por qué, asi como las ventajas e inconvenientes de los sucesivos pasos evolutivos desde cazadores y recolectores hasta agricultores e industriales. La rentabilidad energética pone al descubierto curiosidades tales como que la caza primitiva era 15 veces más rentable que la agricultura tradicional, que una central térmica no llega a las 8 veces, pero que la caza de una ballena nos rinde como 3.000 veces más.
La tesis que sólo las crisis energéticas terminan cuando el sistema es capaz de instaurar una nueva tecnología que restaura la disponibilidad energética del momento nos llevará por los recovecos de los inventos, algunos más celebrados y otros, simplemente, olvidados. Pero quizás lo más interesante es la habilidad del autor para guiarnos por diferentes episodios de la historia de nuestra civilización, que demuestran cómo recursos básicos como la madera, el carbón y, más recientemente, el petróleo y el gas, constituyen el paso lógico para superar nuevos retos sociales y con ellos incrementar nuestro poderío como especie, aun cuando, ahora mismo, nos hemos descontrolado. Pero no es menos cierto que para lograr un simple cambio tecnológico no depende solamente de las bondades de éste, sino de lo que suponga implantar el sistema. Aquí es donde a veces se gasta más energía, especialmente por la huella que supone el transporte de nuevos recursos.
En la segunda parte, el libro se adentra en el problema de la energía solar desde la perspectiva no sólo de la rentabilidad de los sistemas fotovoltaicos sino también de sus potencialidades. Aquí, el ingeniero aflora con todo su bagaje trabajando con esta tecnología. Los tópicos como que la energía empleada en producir un panel fotovoltaico es muy superior a la invertida en su construcción quedan perfectamente dilucidados, puesto que si entendemos la rentabilidad energética de una tecnología como la relación entre la energía liberada para el uso que se desee y la invertida para construirla, resulta que para los módulos fotovoltaicos de un sistema que rinda 1.200 kWh/kW al año y tenga una vida útil de 40 años, la rentabilidad es de 4,5, pero en el futuro próximo se alcanzará una cifra superior a 7,4. Las diferentes soluciones solares disponibles, desde la producción de hidrógeno con electricidad solar hasta las escenarios posibles son una gozada para quien no es experto en el tema, pero que en alguna ocasión ha tenido sus dudas sobre la energía solar y no supo a quién preguntarlas. La respuesta la deja en manos de la cita de Sófocles “Hay que aprender haciendo la cosa. Aunque creas saberla, no tendrás certeza hasta que la ensayes”. Así pues lo dicho, menos escenarios y más obras. Por su parte, el autor ya ha cumplido con su cuota al ser propietario de un generador fotovoltaico de 2,7 kW y de un seguidor fotovoltaico en una huerta solar.
La tercera parte del libro asume que es una mera colección de relatos energéticos, pero, sin duda, la misma constituye el alma del libro. Es en esta segunda mitad donde el autor se libera y dispone de la libertad para volcar su pasión humanista analizando desde la biología hasta la historia bajo el prisma de la energía. Sus observaciones son demoledoras. Pasamos a citar sólo algunas para que a modo de vermouth uno se anime a la lectura apasionante que nos propone Eduardo Lorenzo.
Comparando la baja eficiencia energética de la fotosíntesis de las plantas (entre un 0,4 % y un máximo del 2 %) respecto a la de las células fotovoltaicas (entre el 12 y el 16 %) concluye que la naturaleza “se diría que prefiere tomarse la vida con calma, de forma que el tiempo le alcance para hacer otras cosas que, como crear diversidad o reciclar residuos, le resulten más gratificantes”.
Estudiando el dilatado e histórico interés por la esclavitud descubriremos que con los 30 W que un hombre fuerte y habituado podia generar de media, se pudo “realizar la construcción de la red de calzadas romanas que en el siglo II en tiempos del emperador Diocleciano, llegaron a medir más de 85.000 km, para su construcción exigió más de 1000 millones de jornadas de trabajo equivalente a ocupar permanentemente a unos 20.000 trabajadores durante 600 años”.
La navegación, los grandes descubrimientos, en la medida que aportaron nuevos recursos, se convierten en buenas excusas para ilustrarnos de forma amena y entender un poco mejor nuestro mundo. Porque al fin y al cabo, resulta que a lo largo de la historia de la humanidad los humanos no hemos podido superar de mucho el dispendio energético que supone el transporte. Pero tampoco podemos pensar del detallado análisis del papel de la energía en la historia que hoy estemos mucho peor que en el pasado, aun cuando el consumo de energía sea hoy tan elevado: "…salvando una cuestión de escala, las cosas no han cambiado realmente tanto. Los grandes petroleros que ahora transportan petróleo desde Oriente Próximo hasta Japón, Europa o América son el equivalente de las naves de carga de tipo fenicio que transportaban el trigo desde Egipto hasta Roma”.
En fin, uno imagina un libro en el estante de la librería y no sabe hasta que punto le satisfará su lectura. El diseño de la portada y la contracubierta resumiendo o exaltando su contenido y la propia biografía del autor puede ser concluyente. Pero, en el caso de Sobre el Papel de la Energía en la Historia de Eduardo Lorenzo, la portada, aunque es magnetizante, no destaca por su colorido, y aunque de la biografía del autor se desprende alguna singularidad como ser un prestigioso ingeniero pero que participa en proyectos solidarios con energía solar, podría quizás hacer que no fuéramos captados para su lectura.
Superar las prevenciones del "no-marketing" y traslucir las emociones de una lectura es el objetivo de esta sección de reseñas sobre libros cuyo contenido nos parece relevante para instar al necesario cambio cultural respecto al medio ambiente. Cada uno de ellos tiene su valor y no vamos aquí a caer en lo fácil, pero el libro Sobre el Papel de la Energía en la Historia de Eduardo Lorenzo supera con creces las expectativas de cualquier persona curiosa con la historia de la humanidad, no a través de los enlaces matrimoniales y las guerras fratricidas sino desde algo tan elemental como lo expresa en el prólogo Luis Narvarte: “la distribución de la energía en el planeta no es más que una de las manifestaciones de la relación entre un valor vital y otro espiritual-ético: el valor de compartir y el de la igualdad”. El libro del maestro Eduardo Lorenzo es este punto "difuso" (como el que con sencillez ilustra la portada) pero intenso, que sin duda contribuye a reducir la entropía porque nos impulsa a valores más altos como la fraternidad, la libertad, el amor, la amistad, la gratuidad, etc. que escapan a esta ley. Su lectura no defrauda, a la vez que es una invitación a nuevas lecturas entre las muchas citas que han servido a estas reflexiones energéticas servidas por esta editorial, única en nuestro país por su compromiso con las renovables, que es Progensa.
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Comentario elaborado por el equipo de redacción de terra.org