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Todos
podemos contribuir a reducir emisiones. Empieza el Año Nuevo con el
compromiso de reducción de CO2. Tienes muchas posibilidades en tu vida
diaria para hacerlo
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El solsticio de invierno debería invitar a las relaciones humanas
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Necesitamos
que las fiestas navideñas sean nuevamente más hogareñas y con menos
viajes llenos de emisiones de dióxido de carbono.
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Con la bicicleta y un carrito podemos ir de compras sin problema y ahorra CO2, contaminación, ruido, etc.
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La
navidad tiene muchos significados, pero no hay duda de que el solsticio
de invierno, ese momento en que el recorrido del sol dibuja su arco más
pequeño sobre el cielo, constituye un evento único al año. La
celebración pre-cristiana e universal del solsticio nos dejó en Europa
los monumentos megalíticos como el círculo de Stonehenge o en América
los observatorios astronómicos de los maya o los anasazi.
El ciclo de la naturaleza (fuera del trópico) marca con el invierno el
momento del año menos luminoso, frío y con poca actividad
bioenergética. Precisamente, por esto la celebración del solsticio con
luz y abundancia quería ser un contrapunto de inflexión en estos meses
que invitan al recogimiento. Sin embargo, las actuales fiestas
navideñas se han convertido en todo lo contrario y son un derroche
desenfrenado que dura más de un mes. El artificio y la
desnaturalización campan a sus aires en un período del año
caracterizado por el sobreconsumo y el abuso de bienes y energía.
El invierno es un momento del año que, tanto por el mayor número de
horas sin luz natural, como por el rigor climático, debería invitarnos
al fomento de las relaciones humanas, para recuperar la emotividad de
gozar de la cotidianidad. Nuestra civilización se ha alejado de los
ciclos naturales y el invierno se vive con la misma intensidad o más
que la vitalidad energética veraniega. El resultado de esta anómala
excitación invernal salta a la vista. Un 20% del consumo se centra en
esta época llamada navidad y que empieza a finales de noviembre para
sobrevivir hasta primeros de enero. Los intentos gubernamentales para
reducir el consumo en la iluminación callejera (todavía queda mucho por
hacer en este campo) o para disuadir el tráfico desbordado en las
ciudades ante la multitud frenética por consumir sobre ruedas pueden
mejorarse. Sin embargo, depende de cada uno de nosotros no sólo reducir
el humo de los tubos de escape en atascos de tráfico kilométricos sino
repensar un solsticio invernal más sostenible y respetuoso con el
entorno planetario.
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Ahorrar a todas luces |
No
hay mejor felicitación de navidad posible que la del compromiso con
nuestros seres más queridos de reducir nuestra cuota de dióxido de
carbono (CO2). Según el protocolo de Kioto, España sólo puede
incrementar sus emisiones de gases invernadero un 15% hasta el 2012
(con respecto a 1990) y a finales del 2004 ya habíamos excedido en una
media del 45%. Es evidente que urge tomar medidas de ahorro a todas
luces.
Las emisiones vertidas por el transporte privado son quizás de las que
más aumentaron, en concreto más del 30% respecto a las emisiones de
1990. El abuso del coche privado constituye una lacra sobre la que
debemos intervenir. En las ciudades el uso de la bicicleta ahorra por
cada kilómetro recorrido una media de 0,150 kg respecto a un vehículo
motorizado. En bicicleta se pueden hacer compras sin problemas con un
simple carrito enganchado a la misma. Igualmente, la familia puede
desplazarse con los pequeños montados en ella (ya sea en sillitas u
otros sistemas). Con la bicicleta se disminuye el ruido del tráfico y
la contaminación de los embotellamientos.
Viajar menos largos trayectos es también una práctica que deberíamos
introducir en nuestros hábitos. El tráfico aéreo mundial crece a razón
de un 7,6%, eso significa no sólo un impacto en emisiones sino también
en otros compuestos volátiles en las altas capas de la atmósfera de
consecuencias todavía impredecibles (como el llamado oscurecimiento
global). El tráfico aéreo y el marítimo aportan el 5% de las emisiones
que calientan la atmósfera. Cada pasajero de un vuelo transatlántico
genera una media de una tonelada de dióxido de carbono como principal
gas de efecto invernadero. Y aunque podemos compensar estas emisiones
con proyectos en renovables, lo suyo debería ser la reducción.
La Comisión Europea (CE) estima que las emisiones de los vuelos
internacionales han aumentado un 73% entre 1990 y el 2003. Aunque
desconocemos como se manifiesta el cambio climático entre 1995 y 2004,
Europa sufrió unas 30 grandes inundaciones, que mataron a unas 1.000
personas y afectaron a la vida de 2,5 millones de habitantes.
Curiosamente, viajes, restaurantes y actividades de ocio en general
representarán la mayor partida del presupuesto familiar. Se calcula que
serán cerca de 700 euros por persona. Los viajes y el ocio representan
alrededor del 30% del desembolso que cada ciudadano realiza en estas
actividades durante todo el año.
Motivos para optar por unas fiestas navideñas sostenibles no nos
faltan. Buscar la paz en este ciclo del año de reposo natural debería
estar sustentadas en los mínimos desplazamientos y en fomentar las
relaciones más cercanas (familiares, amigos, etc.)
Finalmente, no podemos olvidar que en nuestra región el frío constituye
el elemento climático por excelencia del invierno. La climatización del
hogar puede constituir una causa de derroche energético si permitimos
que esta alcance valores superiores a los 21 ºC en los interiores.
Entre 19 y 21 ºC es suficiente y lo único es vestir con prendas de
abrigo de acuerdo con lo que se corresponde en esta estación del año.
El lado más perverso es imaginar la Noche Vieja de fin de año luciendo
trajes propios de las cálidas noches veraniegas.
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Reducir el consumo |
No
hay mejor indicador sobre el exceso de consumo que los residuos
urbanos en la calle que se amontonarán durante las fiestas navideñas.
Sólo en Barcelona capital durante la campaña 2004-05 (entre el 4 de
diciembre y el 9 de enero) los servicios municipales de limpieza
recogieron cerca de 8.000 toneladas de residuos de los contenedores de
vidrio, plástico y papel y cartón y de los contenedores específicos
para los establecimientos comerciales. Esta cantidad supuso un
incremento del 20% (unas 1.500 toneladas) respecto al balance de la
anterior Navidad y representa que cada barcelonés generó en poco menos
de un mes cerca de cinco kilos de este tipo de residuos. El lado bueno
es que la mayor parte de este material se recicló, pero evidencia el
derroche respecto al resto del año.
Otro dispendio importante durante las fiestas navideñas lo determinan
la compra de regalos y productos culturales y que representa casi el
50% del gasto medio anual. Pero toda esta supuesta felicidad que nos
proporciona la seguridad del dinero y la oferta de consumo parece que
no es tan real como nos hacen creer como lo prueba el gasto para
“adquirir la suerte” y que supone alrededor de una media de 100 euros
en números de lotería esperando ser convertidos en millonarios.
En todos los aspectos de la economía, un año más superaremos el
anterior e incrementaremos en más de un 6% el consumo del año
anterior. Es evidente, que nuestras navidades más que una fiesta son
una orgía derrochadora. Sin embargo, podemos hacer regalos más
personalizados y más sentidos, a la vez que en el ámbito de
alimentación podemos optar por la frugalidad en lugar de la abundancia
calórica que rige los menús de estas fiestas. Productos artesanales, de
la agricultura ecológica y que no provengan de explotaciones que dañen
el medio ambiente (caso de los camarones tropicales de piscifactorías
criados sobre lagunas que destruyen el riquísimo ecosistema de los
manglares) están a nuestro alcance.
En definitiva, tenemos la oportunidad para apuntarnos a la reducción de
CO2 en muchos ámbitos y celebrar unas fiestas más auténticas, en
armonía con el propio ciclo invernal de la naturaleza y fomentando las
relaciones humanas y cercanas.
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