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Foto oficial de Terry Tamminen
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Terry Tamminen junto con el Gobernador de California Arnold Schwarzenegger, |
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Cubierta del libro Lives per gallon de Terry Tamminen
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Es el brazo "izquierdo" de Arnold Schwarzenegger, artífice de la Revolución Verde que ha puesto a California en la proa de la lucha contra el cambio climático. Terry Tamminen,
aventurero por naturaleza, ejerce ahora de "embajador" ambiental. Ha escrito un durísimo alegato contra la adicción
al petróleo: Su libro Lives per Gallon y sus costes ecológicos y humanos.
La chaqueta negra de guardacostas, con el escudo ineludible de
California, es algo así como la segunda piel de Terry Tamminen. Nació
en Wisconsin, pero fue en el mar bravío de Los Angeles donde aprendió a
bucear, y donde descubrió de paso el poder depredador de la especie
humana. Creó los Baykeeper para limpiar “la gran piscina”, y poco
después extendió su radio de acción con Environment Now. Un actor con ínfulas de “Gobernator”
oyó hablar de él, y quedaron a comer. De aquel forcejeo dialéctico
surgió un ambicioso plan de acción ambiental. El resto es historia.
Al frente de la Agencia de Medio Ambiente de California, Terry
Tamminen echó las semillas que ahora recoge Arnold Schwarzenegger, para
quien sigue trabajando como asesor especial. A sus 55 años, sin los
correajes del cargo y con el viento de envidiable libertad que
proporciona la bicicleta, Tamminen sigue fiel a su espíritu viajero y
tiende puentes imaginarios con Australia, Suramérica, Africa y Europa.
Su reciente libro, “Lives per gallon: the true cost of our oil addiction”
(“Vidas por galones: el verdadero coste de nuestra adicción al
petróleo”), ha vuelto a ponerle en primera línea de acción contra el
calentamiento global. Su mensaje: hay que acelerar los cambios hacia
una economía “limpia” y dejar atrás cuanto antes esta época oscura y
autodestructiva.
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Viajes y experiencias
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PREGUNTA: Antes de cuidar del mar,
usted se dedicaba al mantenimiento de las piscinas de los famosos en
Hollywood ¿Nos puede explicar como fue el salto?
RESPUESTA: Dustin Hoffman era uno de mis clientes cuando me dedicaba a las
piscinas, y también fue uno de los primeros en donar miles de dólares
cuando creé los Baykeepers para limpiar la costa de California... A lo
mejor hay gente que lo ve como una contradicción: para mí no fue más
que una continuación. Aquel trabajo me preparó para este otro. El
propio Dustin me dijo en una cena: “Estoy contento de que ahora te
dediques a limpiar la gran piscina”...
P: Fue allí donde tuvo su primera epifanía...
R: En Rocky Point aprendí a bucear. Ibamos allí con el bote, desde la
playa, y era increíble la variedad de peces que pude ver cuando era
niño. Al cabo de doce años, cuando volví a bucear en las mismas aguas
después de vivir un tiempo en Australia y Europa, no quedaba nada:
rocas peladas, sedimentos, vasos de plástico... Me pregunté ¿cómo ha
podido pasar algo así? Me di cuenta del profundo impacto que los
humanos tienen en el medio ambiente, y me percaté de que la destrucción
ocurre a un paso muy acelerado... Si lo piensas, dos terceras parte del
planeta están cubiertas de agua y unos seres tan insignificantes como
nosotros hemos sido capaces de alterar el PH de los océanos, de afectar
a todas las formas de vida.
P: También pasó un tiempo en Colombia, y luego en Nigeria...
R: En Colombia pude ser testigo de los estragos del petróleo, en la
region de Arauca. En Nigeria, en los años noventa, ayudé a poner en
marcha la primera planta de reciclaje del país. Allí, en Port Harcourt,
también tuve una visión postapocalíptica de la era del petróleo.
Conocer la otra parte del mundo fue vital para atar cabos y comprobar
lo destructivo que puede ser nuestro estilo de vida.
P: Cuesta imaginarle sentado en un despacho...
R: Digamos que concibo la vida como una permanente de la aventura...
Nunca he tenido lo que se dice un empleo fijo durante mucho tiempo. Uno
de los puestos donde más aguanté fue precisamente dirigiendo la
Agencia de Medio Ambiente de California... Todo lo que he hecho en mi
vida ha sido por pasión: lo habría hecho gratis si tuviera mi
independencia económica garantizada. Esa pasión por lo que hago es algo
que comparto con Schwarzenegger. El ha puesto toda la carne en el
asador en todo lo que ha hecho: primero el culturismo, después el cine,
ahora como Gobernador... Eso tenemos en común: creemos en lo que
hacemos.
P: Schwarzenegger conduce un Hummer...
R: Lo está convirtiendo al hidrógeno, y también tiene un coche eléctrico.
P: ¿Usted conduce o pedalea?
R: Las dos cosas. Pero vigilo mis emisiones: tengo un coche que funciona con gas natural.
P: ¿Le preocupa el futuro al que pueda enfrentarse su hijo?
R: El tiene ahora 15 años, y creo que aún estoy a tiempo de poder
entregarle el testigo de un mundo mejor y más sostenible. Si no, no
seguiría en esto.
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La cruzada contra el cambio climático
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PREGUNTA:
En su libro sostiene que respirar el aire de Madrid equivale a fumarse
media cajetilla de cigarrillos al día ¿Es muy diferente en Los Angeles?
RESPUESTA: El problema se llama “smog” y es común a todas las ciudades
del mundo. Hoy por hoy sabemos que los niños que respiran el aire a
menos de kilómetro y medio de las autopistas pueden perder hasta el 1%
de sus funciones pulmonares cada año. ¡Eso es intolerable en cualquier
lugar que se proclame “desarrollado”! En cuanto a los datos de Madrid y
de España, donde una tercera parte de la población vive bajo la boina
de “smog”, se publicaron hace tiempo en un estudio de Anthony Ham. Los
incluí en el libro para dar una idea de la dimensión global del
problema. Mexico DF, Bangkok y Yakarta son tal vez las tres ciudades
más contaminadas del mundo, pero todos sufrimos los efectos del “smog”.
P: La gente en nuestros países piensa que el aire que respiramos es más limpio que hace unos años...
R: La gente ha vivido ignorando el problema y contribuyendo en gran
medida. No podemos seguir conduciendo todo-terrenos con un solo
pasajero por la autopista como si tal cosa. No podemos ignorar las
consecuencias de la estampida diaria de 800 millones de coches,
quemando petróleo en nuestras carreteras. Creo que la información sobre
el calentamiento global está haciendo por fin pensar a los ciudadanos.
El gran reto del movimiento ecologista es hacer ver a la gente la
necesidad de reducir nuestro impacto ambiental ¿Cómo? Introduciendo
pequeños cambios en nuestras vidas, como usar el transporte público, ir
andando al mercado, llevar la bolsa de la compra... De momento hemos
dado un gran paso: admitir que somos parte del problema. Ahora vamos a
ser también la solución. Aunque siempre habrá incrédulos que se encojan
de hombros y piensen: “¿Cómo puedo yo tener un impacto en un problema
tan grande?”.
P: El mayor incrédulo de todos es tal vez George W. Bush...
R: En la cuestión del cambo climático, este presidente es totalmente
irrelevante. En todo caso pasará a la historia por su ceguera y su
falta de liderazgo. Pero no pasa sólo aquí, también en Canadá y en
Australia, donde la pauta la marcan los Gobierno locales... Mientras la
Casa Blanca censuraba informes sobre el calentamiento global, en
California estábamos dando ya los primeros pasos. Los estados del oeste
hemos creado nuestro propio mercado de emisiones de carbono. Cuando
llegue un nuevo inquilino a la Casa Blanca, la mayoría de los
norteamericanos vivirá en estados que han decidido limitar las
emisiones y asumir su responsabilidad en la cuestión del cambio
climático.
P: ¿Cree que se ha producido el giro definitivo en la opinión pública?
R: Ojalá pudiera decir que sí, pero no lo creo. El medio ambiente no
figura aún entre los temas que más preocupan a los americanos. No
hay más que ver el discurso de los candidatos presidenciales: ninguno
se atreve a poner el cambio climático sobre la mesa, ninguno hace la
conexión entre la guerra de Irak y nuestra dependencia del petróleo.
Parece que todos se hayan puesto de acuerdo en dejarle el tema a Al
Gore.
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El sueño californiano
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P:
Usted ha predicho que California será el primer estado que prohíba la
venta de coches que funcionen con derivados del petróleo ¿Cuándo?
R: No tengo una fecha en la cabeza, pero no me extrañaría que fuera en
torno al 2020. Tenemos una larga historia de regular los coches que no
cumplen con las leyes de emisiones. Hemos marcado el camino con la
prohibición de la venta de bombillas incadescentes en el horizonte. No
es muy aventurado pensar que llegará un día en que las máquinas de
combustión interna que funcionan con gasolina o diesel se perciban como
un peligro para el medio ambiente y para la salud. Caerán por su propio
peso, como se extiguieron los dinosaurios.
P: Pero California es hoy por hoy el lugar más autodependiente del planeta...
R: Es cierto. Pero aquí hemos despertado antes porque hemos sido los
primeros en sufrir los problemas que aquejan al mundo industrializado.
Nosotros inventamos el “smog” en los años cincuenta, y fuimos también
los primeros en identificar los productos que salen de los tubos de
escape, y en exigir a los fabricantes que tomaran medidas. También
inventamos el “sprawl”: el cáncer de la dispersión urbana. Pusimos a
vivir a la gente en medio de ninguna parte, y construimos autopistas
para poder llegar allí, y convertimos el coche en una especie de casa
rodante. Ese modelo se ha replicado tristemente en todo el mundo..
P: Y
díganos, ¿toda esta atención repentina por lo que está pasando en
California, con Schwarzenegger al rescate del planeta, no es acaso
desmesurada?
R: California ha sido siempre el punto de referencia social y económico
del país. Es un estado muy rico, aunque existan grandes desigualdades.
Seríamos la quinta o la sexta potencia mundial como país independiente.
Aquí está la alta tecnlogía, la industria del entretenimiento, la
ingeniería aeroespacial, el turismo. Tenemos una economía muy potente,
y cuando la gente satisface sus necesidades básicas la atención se
centra en la calidad de vida... La idea del “sueño californiano” es
real. Por eso vino aquí Arnold Schwarzenegger. Su pasión por el medio
ambiente es auténtica, no es una pose. El interés le viene de cuando
entrenaba en Venice Beach y fue testigo de la degradación de nuestras
playas y nuestras costas.
P: ¿Cómo se produjo el improbable encuentro entre “Gobernator” y el asesor demócrata?
R: Yo llevaba entonces una asociación ecologista, Environment Now.
Conocía a Bob Kennedy, el primo de Maria Shriver, y fue él quien le
sugirió a Arnold que nos viéramos cuando estaba en plena campaña.
Quedamos a comer. Hubo buena sintonía y nos pusimos a trabajar mano a
mano durante varias horas. Así fue como se gestó el plan de acción
ecológica. Allí estaba todo: las autopistas de hidrógeno, la reducción
de las emisiones de CO2, la inversión en renovables, la protección de
25 millones de acres de espacios naturales, la protección de los
océanos...
P: Le acusaron de venderse al “enemigo” republicano...
R: Yo sólo sé que teníamos un gobernador demócrata (Gray Davis) más
preocupado por salvar su pellejo que por afrontar los problemas reales
de California. Y Arnold me pareció un tipo muy sincero y preocupado de
veras por el medio ambiente. Le pueden tachar de oportunista. Yo, que
le conozco, creo de piensa muy seriamente en el planeta que le vamos a
dejar a nuestros hijos.
P: Le tildaron también de “utópico” mientras estuvo al frente de la Agencia de Medio Ambiente de California...
R: Los resultados hablan por sí mismos. Nos encontramos con fuertes
resistencias al principio, pero Arnold tiene esa actitud de “puede
hacerse” que ha sido vital para impulsar el plan. Si me hubieran dicho
hace cuatro que íbamos a llegar a donde estamos ahora, no me lo habría
creído... Pero hay que acelerar los cambios, ese es mi empeño ahora. No
basta con volver a las emisiones de 1990 en el 2020, hay que ir mucho
más allá... Y hay que trabajar sobre todo a nivel local, sobre todo en
las grandes ciudades. Estamos trabajando codo a codo con los estados
del oeste, y tendiendo puentes hacia México y Canadá. Acabo de volver
de Australia y próximamente viajaré a España. Creo que tenemos mucho
que aprender unos de otros.
P: En
su libro, “Lives per Gallon”, escribe dos postales desde el planeta
Tierra en el año 2025: una tirando a optimista y la otra rematadamente
apocalíptica ¿De cuál estamos más cerca?
R: Por desgracia, vamos aún por el camino de la dependencia casi
absoluta del petróleo, que es la garantía para el desastre. Estamos ya
en los albores de una nueva guerra fría entre Estados Unidos y China
por el control de los recursos. Ese es el camino de una sociedad no
sostenible, condenada a un colapso ecológico similar al de la Isla de
Pascua, que debería servirnos como metáfora de lo que puede ocurrir en
el planeta si no cambiamos de rumbo.
P: ¿Y cuál es la alternativa?
R: La alternativa es la independencia energética, cimentada en las
renovables y en la economía del hidrógeno. Los biocombustibles pueden
servir temporalmente en la transición, pero tienen también un alto
coste ecológico. La “belleza” del hidrógeno es que se puede obtener de
muchas maneras, y muchas de ellas son “limpias”, como la biomasa o la
electrólisis de las aguas residuales, usando energía solar o eólica. En
California ya hemos dado un paso adelante en este sentido con la ley
del hidrógeno “verde”. Tenemos ya treinta hidrogeneras en servicio y la
meta es llegar a las 200 en el 2010. Con el impulso público, la
infraestructura está ya ahí y los coches no van a tardar en llegar.
Pronto se podrá viajar con hidrógeno entre Tijuana y Vancouver.
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El final del petróleo
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P: En su postal alternativa del futuro hay una conspicua ausencia: la energía nuclear...
R: Quien diga que hacen falta centrales nucleares para satisfacer
nuestra voracidad energética no es muy bueno haciendo matemáticas.
Convendría recordar que el sol proporciona en una hora energía
suficiente para satisfacer las necesidades humanas en un año. Hay que
mejorar la tecnología para capturar y almacenar esa energía, y sacar
más partido al abanico creciente de las renovables. No entro ya en la
cuestión de la seguridad de la nucleares, ni en la toxicidad de los
residuos radiactivos, ni en la posibilidad de que se agote el uranio de
aquí a sesenta años, y volvamos a tener el mismo problema que con el
petróleo...
P: Su
libro es un durísimo alegato contra la industria del petróleo y del
automóvil. Usted propone que se sienten a los responsables en el
banquillo por delito contra la salud pública, como se hizo con los
fabricantes de tabaco...
R: Ha llegado el momento de que la industria petrolífera y los
fabricantes de coches paguen por los daños causados. Me tomo esta
batalla de un modo muy personal porque mi padre murió de un enfisema,
causado tanto por el tabaco como por el “smog” que se vio obligado a
respirar en un Milwaukee, cubierto siempre por una boina de humo
similar a la de Madrid y otras grandes ciudades. Igual que los
fabricantes de tabaco usaron la nicotina para reforzar la adicción a
sus productos, “Big Oil” y “Big Auto” han usado todo tipo de argucias
para fomentar nuestra adicción al petróleo. Hay un documental reciente,
“¿Quién mató al coche eléctrico?”, donde queda muy clara su estrategia
engañosa. La tecnología para hacer la transición a una economía más
limpia está ahí desde hace décadas. Ellos han permitido sin embargo que
sigamos contaminando como hasta ahora y poniendo en peligro nuestra
salud.
P: Pero al final somos nosotros quienes compramos y conducimos los coches...
R: También éramos nosotros los que fumábamos y no sabíamos que los
fabricantes manipulaban el nivel de nicotina para reforzar nuestra
adicción. Lo mismo pasa aquí: ellos han fomentado nuestra adicción
económica al petróleo porque no nos han dejado más alternativa que
comprar sus productos sucios y perjudiciales para la salud. En Europa
no es tan visible, pero en las ciudades norteamericanas se
desmantelaron casi todos los sistemas de transporte público para hacer
sitio al coche privado. Sí, somos nosotros quienes encendemos la llave
de contacto, pero es que ellos no nos dejaron otra opción.
P: El
fiscal general de California ya ha dado los primeros pasos, pero hay
quien sostiene que llevar a la industria a los tribunales va costar
mucho dinero y tiempo...
R: Me encantaría poder sentarme en la misma mesa y llegar a un acuerdo
con ellos. Pero siempre que han firmado acuerdos los han roto. No vamos
a recordar a estas alturas las batallas para suprimir el plomo de las
gasolinas o instalar cinturones de seguridad en los coches. No podemos
fiarnos de ellos. Amenazar con llevarles a los tribunales es una forma
de hacerles entrar en razón. Los fabricantes de tabaco tardaron menos
de un año en sentarse a la mesa y reembolsar los costes sanitarios
causados por sus productos...
P: ¿Veremos a la plana mayor del automóvil y del petróleo sentados en el banquillo de los “cupables” en el Congreso?
R: No me cuesta imaginar al congresista Henry Waxman apretándoles las
clavijas. Nos están robando el aire que respiramos y tienen que rendir
cuentas.
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Luchando por un final feliz
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PREGUNTA: ¿Estamos ya en la “hora crítica” del cambio climático?
RESPUESTA: Estamos en la noche antes del examen final, cuando no
tenemos más remedio que acelerar si queremos llegar a tiempo. Todo
habría sido mucho más fácil si hubiéramos comenzado hace veinte o
treinta años, pero aún podemos hacer frente a los problemas causados
por el cambio climático. Ahora bien, no podemos hacerlo lentamente ni a
medias tintas. Hay que darse prisa... Tampoco soy de los que piensan
que debemos “salvar” la Tierra. Yo creo que al planeta no le importa
mucho que estemos aquí. Al fin y al cabo, el 98% de las especies que
existieron, animales y plantas, se extinguieron antes del advenimiento
del hombre industrial. Nosotros también podremos desaparecer como una
nota a pie de página de la inmensa historia de este planeta. Creo que
la respuesta es vivir en armonía con la naturaleza, como los hopis y
los chumash, los últimos pueblos indígenas que vivieron en las costas
de California. Tenemos que aceptar que sólo somos una especie más en este gran habitat.
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