Es necesario repensar el sistema de producción de alimentos a escala global si queremos asegurar suficientes alimentos para todos. Imagen: Wikimedia Commons.
En abril de 2005, el Programa Mundial de Alimentos y el gobierno chino anunciaron de manera conjunta que los envíos de ayuda alimentaria a China se acabarían al final del año. Para un país donde hace sólo una generación centenares de millones de personas sufrían de hambre crónica, esto era un auténtico logro. China no sólo ha acabado con su dependencia de la ayuda alimentaria, sino que se podría decir que de la noche a la mañana se ha convertido en el tercer mayor donante de ayuda.
El ejemplo de China
La clave del éxito de China estuvo en las reformas económicas del año 1978 que desmantelaron el sistema de colectividades agrícolas, conocido como equipos de producción, y los reemplazaron por granjas familiares. En cada aldea, la tierra fue asignada entre las familias, dándoles arriendos a largo plazo para su trozo de tierra. El movimiento animó la energía e ingenio de la población rural de China, aumentando la cosecha de grano en un 50 por ciento desde 1977 a 1986. Con los sueldos subiendo gracias a una economía en rápida expansión, con un crecimiento demográfico cada vez más lento, y con una cosecha de grano creciente, China erradicó la mayor parte del hambre en menos de una década - de hecho, erradicó más problemas de hambre en un periodo de tiempo más corto que cualquier otro país en la historia.
Mientras que el hambre ha estado desapareciendo en China, se ha estado extendiendo a lo largo de gran parte del mundo en desarrollo, de manera notable en el África subsahariana y en zonas del subcontinente indio. Como consecuencia, el número de personas en los países en vías de desarrollo que padecen hambre ha aumentado de un reciente mínimo histórico de 800 millones en 1996 a más de 1000 millones de personas en la actualidad. Parte de este reciente aumento se puede atribuir a unos precios de los alimentos más altos y a la crisis económica global. En ausencia de un liderazgo fuerte, el número de personas hambrientas en el mundo aumentará incluso más allá, y los niños sufrirán la peor parte.
Aumentar la producción de alimentos
Cada año se añaden 79 millones de personas y, al mismo tiempo, se está llegando al máximo rendimiento de producción alimentaria que nos puede dar la tierra. Imagen: Wikimedia Commons.
Ocuparse de este problema requiere tratar las tendencias a largo plazo que llevan a un crecimiento en la demanda de alimentos que supera el crecimiento del suministro. Una de las claves para la multiplicación por tres de la cosecha de grano mundial desde 1950 fue la rápida adopción en algunos países en vías de desarrollo de trigos y arroces de alto rendimiento (desarrollados originalmente en Japón) y maíz híbrido (de Estados Unidos). La expansión de estas semillas altamente productivas, combinada con el hecho de triplicar el área irrigada y aumentar once veces en uso mundial de fertilizantes, triplicó la cosecha de grano mundial. El aumento de la irrigación y el uso de fertilizantes esencialmente extrajo humedad y nutrientes limitantes del suelo en buena parte de los suelos agrícolas del mundo. Ahora la perspectiva está cambiando. Los granjeros se enfrentan a suministros menguantes de agua para irrigación, una respuesta cada vez menor a la adición de fertilizantes, aumentos de la temperatura producto del calentamiento del planeta, pérdida de suelos cultivables en favor de usos no agrícolas, aumentos en el coste del combustible, y a una reserva de tecnologías para aumentar el rendimiento en constante disminución. Al mismo tiempo, también hacen frente a la demanda, en rápido crecimiento, de productos agrícolas con la suma anual de 79 millones de personas cada año, el deseo de unos 3 mil millones personas de consumir más productos animales, y los millones de conductores que se están dirigiendo hacia los biocombustibles para complementar las ajustadas fuentes de gasolina y combustible diesel. Los granjeros y a los agrónomos, actualmente, están siendo sometidos a grandes desafíos.
Las cosechas múltiples
Las menguantes reservas de nuevas tecnologías agrícolas y la pérdida de empuje que por tanto llevan asociados los intentos de aumentar la productividad de los suelos agrícolas son fenómenos que se están produciendo a escala mundial. Entre 1950 y 1990, la producción mundial de grano por hectárea subió un 2.1 por ciento por año, asegurando un rápido crecimiento de la cosecha de grano mundial. A partir de 1990 hasta 2008, sin embargo, aumentó solamente el 1.3 por ciento anualmente. Esto se produjo en parte porque la respuesta de la producción al uso adicional de fertilizantes está disminuyendo y en parte porque el agua para riego es limitada.
Los sistemas de cosechas múltiples permiten aprovechar los suelos para cultivo en todas las estaciones, y aumentar y hacer más diversa la producción. Imagen: Wikimedia Commons.
Esta situación requiere un pensamiento más fresco sobre cómo aumentar la productividad de los suelos agrícolas. Una forma es cultivar cosechas que son más tolerantes a la sequía y al frío. Los cultivadores del maíz de E.E.U.U. han desarrollado variedades más tolerantes a la sequía, que permiten trasladar la producción de maíz hacia el oeste, a Kansas, Nebraska, y Dakota del Sur. Kansas, el estado líder en producción de trigo de E.E.U.U., ha utilizado una combinación de variedades resistentes a la sequía en algunas áreas e irrigación en otras para ampliar la plantación de maíz a otras zonas, en las que ahora el estado produce más maíz que trigo.
Otra manera de incrementar la productividad de la tierra, allí donde la humedad del suelo lo permite, es aumentar el área de la tierra “multicosecha” que produce más de una cosecha por año. De hecho, el aumento por tres de la cosecha de grano mundial desde 1950 es debido en parte a los aumentos impresionantes de cultivos múltiples en Asia. Algunas de las combinaciones más comunes son trigo y maíz en el norte de China, trigo y arroz en el norte de India, y las cosechas dobles o triples de arroz en la China e India meridionales.La extensión de las cosechas dobles de trigo de invierno y maíz en las planicies del norte de China ayudaron a impulsar la producción de cereal de China hasta el punto de rivalizar con la de Estados Unidos. El trigo de invierno producido allí tiene un rendimiento de 5 toneladas por hectárea. El maíz también da un promedio de 5 toneladas. Estas dos cosechas juntas, cultivadas en rotación, pueden aportar 10 toneladas por hectárea y año. El arroz de doble cosecha de China tiene un rendimiento anual de 8 toneladas por hectárea.
Hace cuarenta años, el norte de la India producía solamente trigo, pero con el advenimiento del trigo y de los arroces de alto rendimiento que maduran antes, el trigo se podría cosechar a tiempo para plantar el arroz. Esta combinación de trigo y arroz es ampliamente utilizada ahora a lo largo del Punjab, del Haryana, y de partes de Uttar Pradesh. Esta práctica tiene un rendimiento de 5 toneladas combinadas de grano por hectárea, ayudando a alimentarse a los 1200 millones de personas de la India.
Nuevos tipos de plantación y cambios culturales
Un esfuerzo decidido de E.E.U.U., tanto para cultivar variedades de maduración temprana como para desarrollar las prácticas culturales que facilitarían las cosechas múltiples, podrían aumentar sustancialmente la producción. Si los granjeros de China pueden cultivar trigo y maíz de manera extensiva con un sistema de doble cosecha, los granjeros de E.E.U.U. podrían hacer lo mismo, si la investigación y las políticas agrícolas fueran reorientadas para apoyar este sistema.
Ante los límites naturales y tecnológicos de aumentar aún más las cosechas, es necesario alcanzar un equilibrio mundial aceptable entre los alimentos y las personas. Algunas apuestas para ello pueden ser la estabilización de la población cuanto antes, la reducción del consumo de productos animales, y la restricción de la conversión de cultivos de plantas comestibles a biocombustibles. Imagen: Wikimedia Commons.
En otros lugares, en Europa occidental, con sus inviernos suaves y un trigo de invierno de alto rendimiento, podrían también duplicar la cosecha con un cereal de verano, como el maíz, o con una cosecha de semillas oleaginosas de invierno. Brasil y Argentina tienen una estación de cultivo extendida libre de heladas que permite los sistemas “multicosecha”, a menudo trigo o maíz con soja.
En muchos países, incluyendo Estados Unidos, la mayor parte de países de Europa occidental y Japón, el uso de fertilizantes ha alcanzado un nivel en el que aumentar la cantidad utilizada tiene poco efecto sobre las cosechas. Todavía hay lugares, sin embargo, como en la mayor parte de África, en los que el fertilizante adicional ayudaría a impulsar el rendimiento del campo. Desafortunadamente, el África subsahariana carece de la infraestructura para transportar los fertilizantes de manera económica hasta las aldeas en las que es necesario. Como resultado del agotamiento de los nutrientes, las producciones de cereales en gran parte del África subsahariana se están estancando.
Una respuesta alentadora a esta situación en África es la plantación simultánea de cereales y árboles leguminosos. Al principio los árboles crecen lentamente, permitiendo que la cosecha de grano madure y sea cosechada; después los árboles jóvenes crecen rápidamente hasta alcanzar varios pies de altura, dejando caer las hojas, que proporcionan nitrógeno y materia orgánica, ambos dolorosamente necesarios en los suelos africanos. La madera después se corta y se utiliza como combustible. Esta tecnología simple, localmente adaptada, desarrollada por los científicos del Centro Internacional para la Investigación en Agrosilvicultura en Nairobi, ha permitido a los granjeros doblar sus producciones de grano en cuestión de años a medida que aumenta la fertilidad de suelo.
Asegurar alimentos para todos
A pesar de los avances locales, la pérdida de empuje total en la expansión de la producción alimentaria es inequívoca. Nos forzará a pensar más seriamente en la estabilización de la población, en descender en la cadena alimentaria, y en utilizar las cosechas existentes de manera más productiva. Alcanzar un equilibrio mundial aceptable entre los alimentos y las personas puede que ahora dependa de estabilizar la población cuanto antes, reducir la consumición malsanamente alta de productos animales entre los más acomodados, y restringir la conversión de cultivos de plantas comestibles a biocombustibles. También requiere un esfuerzo decidido para aumentar la productividad del uso del agua, similar a los aumentos alcanzados para el uso del suelo, y para estabilizar el clima para evitar temperaturas que acaben con las cosechas y provoquen sequías más frecuentes. Estos esfuerzos combinados pueden ayudarnos a ponernos en el camino para asegurar suficientes alimentos para todos.
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Adaptado del capítulo 9, “Feeding Eight Billion Well” en el libro de Lester R. Brown, Plan B 3.0: Mobilizing to Save Civilization (New York: W.W. Norton & Company, 2008), disponible en www.earthpolicy.org/Books/PB3/index.htm.