La creación de la red energética mundial y la redistribución del poder en la Tierra
Jeremy Rifkin Colección Estado y Sociedad, Editorial Paidós, Barcelona, 2002
La economía del hidrógeno
La creación de la red energética mundial y la redistribución del poder en la Tierra
"Se acaba el petróleo" afirman los científicos. Sin embargo, a juzgar por nuestra vida diaria, nadie diría que esto sea verídico. En nuestras casas, la luz no se apaga si nosotros no queremos, las calles permanecen toda la noche iluminadas, aviones y barcos hacen miles de trayectos atravesando el mundo. Muchos de los materiales plásticos de nuestros hogares sólo pueden fabricarse a partir de petróleo, incluso nuestros alimentos son cultivados con ayuda de combustibles fósiles. Esta vida cómoda y despilfarradora de los habitantes de los países ricos es posible gracias al petróleo. ?Hay alguien que pueda imaginar la vida sin el oro negro?
Los geólogos no se ponen de acuerdo sobre cuándo se llegará a lo que llaman el punto de no retorno, es decir, cuando las reservas mundiales de petróleo se habrán consumido hasta la mitad. Los más optimistas hablan de cuarenta años, otros afirman que a finales del 2010 el petróleo se pondrá por las nubes. En cualquier caso, que no se pongan de acuerdo en las fechas no invalida que realmente la era del petróleo está llegando a su fin.
Jeremy Rifkin, autor ya conocido por sus vaticinios en estos temas, apunta de forma implacable que podemos vencer en el final de la era del petróleo. La economía del hidrógeno presenta a este elemento como la fuente energética revolucionaria de nuestro futuro inmediato. Las principales ventajas que posee el hidrógeno justifican esta creencia: es un elemento que se puede generar en cualquier lugar; está presente en todo el universo, tanto en el agua como en los combustibles fósiles y en todos los seres vivos; nunca se acaba y su combustión no produce emisiones nocivas de dióxido de carbono como el petróleo. Lo que sucede es que muy raras veces se encuentra en estado libre, con lo cual resulta clave encontrar la manera de explotarlo efectivamente.
Esta tecnología que hará posible su uso ya está al alcance de todos y, lo que es más importante, permite que el propio usuario se convierta en productor de energía. La producción de hidrógeno a través de las denominadas pilas de combustible permitirá que los automóviles generen electricidad con hidrógeno, y que también la generemos desde nuestras casas. Con unas placas solares en nuestro tejado, podremos fabricar electricidad durante el día que se almacenará en forma de hidrógeno que podremos usar por la noche.
Ésta es la gran revolución que representa el hidrógeno. Ahora bien, no debemos olvidar que este elemento se puede generar con energías renovables o a partir de combustibles fósiles. El reto está en conseguir que éste no se obtenga con ayuda del petróleo.
Acabar con el petróleo supone poner fin a la contaminación y frenar el cambio climático. Pero Rifkin ya nos advierte de la importancia de garantizar la esencia democratizadora del hidrógeno; garantizar la autonomía de pueblos y personas que posibilita este elemento al ubicarse en cualquier parte, para evitar que de nuevo sean unos pocos los que dominen su explotación.