Las sociedades industrializadas que viven en la abundancia han visto nacer un ecologismo que promueve la protección del medio ambiente como calidad de vida. Es el llamado ecologismo occidental o ecologismo de la abundancia, frente a este se opone el llamado ecologismo de los pobres o popular que se centra en la defensa del acceso comunitario a los recursos naturales frente a la depredación encabezada por el mercado o el Estado. Profundizamos en ambos conceptos a partir de algunos textos de referencia*
Ecologismo de la abundancia y ecologismo de la supervivencia
Una creencia muy difundida es que el ecologismo es una preocupación o un movimiento social propio de países ricos y sociedades prósperas que ya tienen sus necesidades básicas cubiertas. Se planteó que los ricos acomodados y de clase media de todos los países son más ecologistas que los pobres de los países del Sur.
Mientras que en los países del Norte nos permitimos el lujo de proteger lo que queda
de nuestros bosques, importamos maderas tropicales procedentes de los países del Sur.
Los gobernantes de estos países, de economías muy empobrecidas, ven estas exportaciones
como una entrada de divisas y permiten esta expoliación.
Pero existe otro tipo de ecologismo, el ecologismo de los pobres o ecologismo popular, un ecologismo nacido para defender la propia supervivencia, ya que intenta conservar el acceso de las comunidades a los recursos naturales y a los servicios ambientales de la naturaleza.
Las sociedades industrializadas imponen un elevado ritmo de explotación de los recursos naturales en los países del Sur, provocando que las comunidades dejen de tener el control, e incluso el acceso a los recursos naturales que habían sido usados tradicionalmente de manera menos intensiva y como modo de vida. Este hecho es el que ha provocado y provoca el nacimiento de resistencias en defensa de los propios recursos naturales.
Este tipo de ecologismo, el ecologismo de los pobres, se ha hecho evidente en algunos conflictos sociales con contenido ecológico en los países del Sur. Habitualmente estos conflictos se han dado en entornos rurales, aunque también se han generado movimientos de resistencia de este tipo en ambientes urbanos.
Un claro ejemplo de ello es la lucha de los seringueiros liderada por Chico Mendes (1944-1988) en la selva amazónica para defender su medio de vida, los árboles de los que podían extraer el caucho. La defensa de su propia supervivencia hizo de estos habitantes de la selva unos ecologistas activos, cuyo líder y muchos otros más dejaron la vida en la causa.
Existen muchos otros casos en los que grandes masas populares de países del Sur se convierten en ecologistas activos, como el movimiento Chipko en la India, movimiento de resistencia contra la destrucción de los bosques auspiciada por la industria maderera, el movimiento del Cinturón Verde (Green Belt Movement) en África lideradado por la activista y premio Nobel Wangari Maathai (1940-), así como los movimientos populares en contra de la construcción de grandes represas, etc.
¿Es la pobreza la que degrada el ambiente?
El Informe Brundtland, publicado en 1987, tuvo un papel principal en la Conferencia de Río de Janeiro sobre Ecología y Desarrollo en 1992. Éste defiende la idea de que los pobres causan graves deterioros en el medio ambiente. Conocido también como Nuestro futuro común,el informe puso de moda la tesis de que la principal causa de la degradación medioambiental es la pobreza, ya que los pobres son muy numerosos y exceden la capacidad de sustentación del territorio, depredando los recursos naturales a su alcance.
Por este motivo, el informe Brundtland apuntó la importancia de reducir la pobreza para detener el deterioro ambiental causado por ésta. Sostiene que es necesario que el crecimiento económico de los países pobres supere el aumento de la población, proponiendo para ello un desarrollo económico basado en el uso sostenible de los recursos.
Aunque es cierto que la pobreza causa degradación ambiental (por ejemplo, los pobres, para sobrevivir, talan bosques para conseguir leña y venderla, y, en muchos casos diezman los recursos naturales que tienen a su alcance, sin contemplar las consecuencias para un futuro cercano ni lejano), el informe dejaba de lado la cuestión clave de la equidad y la redistribución de la riqueza para acabar con la pobreza. Sólo contemplaba el crecimiento económico como remedio a la degradación ambiental.
Además, hay que tener en cuenta que, en las sociedades del Norte, las necesidades que antes cubrían los recursos naturales locales son ahora cubiertas por otros bienes y recursos, habitualmente de origen lejano. Es decir, mientras que antes cocinábamos con carbón y leña, ahora lo hacemos con gas o electricidad; nuestros jardines se llenan de muebles para exteriores hechos de maderas tropicales en lugar de talar nuestros bosques, etc.
La degradación ecológica en el Sur, consecuencia de la exportación
La degradación ecológica presente en muchos países del Sur es, en gran parte, consecuencia de la presión producida por aquellas economías más desarrolladas. Así, grandes problemas como la pérdida de biodiversidad, la erosión y agotamiento de los suelos fértiles por la tala de bosques, los grandes impactos causados por la extracción de minerales, petróleo y otros recursos se dan en países del Sur. Sin embargo, la principal causa para ello es la necesidad de la exportación de estos recursos y materias a los países ricos. Esta exportación persigue el objetivo de conseguir divisas, que en muchos casos se acaban destinando a pagar la deuda externa.
La presión de las exportaciones sobre los recursos en América Central ha causado el deterioro ambiental de extensos territorios. En las décadas de 1960 y 1970, se dio una desforestación muy rápida por los intereses de empresas comerciales y en perjuicio de los pobres. Por ejemplo, en Costa Rica, aunque actualmente tiene muchas áreas protegidas, grandes zonas de bosque e incluso tierras agrícolas fueron convertidas en terrenos de pastoreo para la producción de carne para la exportación.
Aunque las causas de la desforestación son diversas y complejas, el comercio de madera
tropical juega un importante papel. El estado español es el décimo importador mundial de
madera tropical y su principal proveedor es el continente africano.
En América latina, también es muy importante la presión sobre los recursos naturales afectados por la exportación de café y de banano, que, además, hace peligrar la economía de estos países exportadores al depender de unos productos cuyos precios oscilan con los vaivenes del mercado. El cultivo del café, que se hace en laderas empinadas, produce una gran erosión sobre el terreno, y el cultivo del banano ha causado desforestación de zonas tropicales húmedas así como el aumento de la contaminación por pesticidas.
En el sudeste de Asia, la rápida desforestación la provocan los exportadores de maderas duras tropicales, actividad de la que se benefician, en general, las élites de estos países: militares, políticos y otros relacionados con aquellos que ostentan el poder. Los pobres, campesinos y habitantes de los bosques son los que sufren las duras consecuencias, pues se ven desplazados de sus territorios y ven diezmados los recursos naturales, base de su supervivencia. Así, en muchos casos, la degradación ambiental en los países del Tercer Mundo es debida, en mayor proporción, a la presión sobre los recursos para la exportación de aquellos países más ricos, y no a la presión provocada por la propia supervivencia humana.
El deterioro ambiental en estos países se debe a la progresiva sustitución de sistemas tradicionales ecológicamente sostenibles (que formaban parte de la tradición local), por nuevas tecnologías de producción orientadas a incrementar la producción para la exportación.
Pobreza y degradación ambiental en el contexto urbano
En un contexto urbano, los ingresos y la riqueza desiguales llevan a la pobreza y la pobreza a la degradación ambiental. Pero, en todo caso, los pobres producen menos desechos y por su experiencia vital son más proclives a incorporar prácticas sostenibles. Los expertos en sanidad saben que las poblaciones con menos recursos producen menos aguas residuales y desechos sólidos y que sus basuras resultan más fáciles de tratar para convertir en abono.
La pobreza lleva a vender barato el propio medio ambiente y la propia salud, aunque eso no signifique falta de percepción ambiental sino, simplemente, falta de poder económico y social para defender la salud y el medio ambiente.
* Texto e imágenes elaboradas por el equipo de redacción de terra.org en base al libro de Martínez Alier, J. De la economía ecológica al ecologismo popular. Ed. Icaria. Barcelona, 1994. En este libro el autor presenta los distintos tipos de ecologismo. Explica cómo en los países del Sur surgen movimientos ecologistas en defensa del acceso comunitario a los recursos y servicios de la naturaleza, amenazados por las empresas transnacionales. Defiende la tesis de un ecologismo de los pobres.