12 diciembre 2003. La
huella ecológica fue calculada por primera vez en Cataluña en 1998
con datos de 1996 y publicada por el Ayuntamiento de Barcelona, y nos
otorgaba para los consumos de 1996 unas 3,26 hectáreas por habitante.
En aquel entonces se evidenció que nuestro país se situaba 1,5 veces
por encima de la huella ecológica por habitante mundial determinada por
primera vez en 1996 por Wackernagel y Rees. En otras palabras, un
catalán consumía aproximadamente 1,5 más de terreno ecológicamente
productivo que un ciudadano medio del planeta.
Un nuevo cálculo actualizado para el 2002 arroja un
incremento notable de la huella ecológica catalana que alcanza las 3,92
hectáreas por habitante y año. Si consideramos la población censada,
entonces la huella ecológica poblacional nos advierte que consumimos
7,77 veces la superficie de Cataluña, un aumento de de 1,25 veces sobre
la demanda de superficie para mantener nuestro nivel de vida de 1996.
Un estudio en España entre 1955 y 2000 de la evolución de la huella
ecológica señala que esta se ha duplicado pasando de las cerca de 2
hectáreas por habitante y año de 1955 a las 5 hectáreas por habitante y
año de 1995.
La huella ecológica más pequeña corresponde a Bangla
Desh con 0,53 hectáreas por habitante que contrasta con el valor de
Estados Unidos con 9,84 hectáreas por habitante. En este sentido,
España se sitúa con valores próximos a los de Polonia (3,62) o
Sudáfrica (3,79), por debajo de los valores de Italia (4,11) o Japón
(4,30) y la mitad de Australia (7,85) o Canadá (7,79).
Las expertos aconsejan que el cálculo de este
indicador debería elaborarse cada año. La huella ecológica no engaña
respecto a la veracidad de las políticas a favor de la sostenibilidad.
El PIB induce al crecimiento insostenible. La huella ecológica ayuda a
reflexionar sobre las injusticias asociadas al consumo de recursos y a
la generación de residuos y emisiones tóxicas. Conociendo la huella
ecológica podemos ser más solidarios con los recursos planetarios. |