1 diciembre 2003.
El 17 de diciembre de 1903 los hermanos realizaron su primer vuelo a
motor de unos pocas decenas de metros, pero suficiente para iniciar una
alocada carrera para conquistar el cielo. Una conquista que ha servido
para llevar la Paz por el mundo transportando mensajes de un continente
a otro, pero que se ha fraguado tecnológicamente gracias a la guerra y
a la destrucción. La aviación goza de una salud estupenda si juzgamos
los millones de pasajeros que viajan en avión a diario. Sin embargo,
este tránsito de miles de aeronaves a alturas de nueve mil metros tiene
consecuencias ambientales todavía mal conocidas. Se está estudiando la
propulsión con hidrógeno para minimizar el riesgo ecológico, pero
todavía son muy embrionarios los logros. La aviación con energía solar
es todavía un sueño aunque entusiastas con el futuro de la humanidad
como la familia de exploradores Piccard ya preparan dar la vuelta al
mundo con un avión solar.
Volar
siempre será una ilusión para los humanos. Miramos al cielo cuando nos
invade la incertidumbre sobre el futuro. Miramos al cielo esperando más
suerte o el deseo anhelado. Hoy podemos elevarnos con la placidez del
vuelo con globo aerostático o cruzar el cielo con toda comodidad y
seguridad. Observar la tierra desde el cielo nos permite descubrir
elementos, formas y nuevas realidades. Elevarnos sobre los paisajes es
imprescindible para valorar su belleza y concienzarnos sobre la
destrucción de los mismos. Hoy los satélites nos ofrecen datos de los
incendios que queman la selva amazónica. Pero es a vista de pájaro
donde la crueldad de nuestra civilización con el entorno se hace más
indigna. Llevamos un siglo volando, pero todavía no nos hemos percatado
que la tierra bajo nuestros pies está amenazada igual que el aire que
respiramos. Para bien y para mal la aviación es también la cara y la
cruz de la evolución humana.