20 marzo 2002.
El mundo plantea cada día nuevos retos. Lo que hoy nos parece inmutable
incluso con una áurea eterna, puede desmoronarse sin previo aviso.
Hacia las 15 h (hora local) del 11 de septiembre 2001 nadie podía
imaginarse en Nueva York la caída de las torres gemelas a pesar de los
atentados sufridos. Pero tampoco podíamos esperar que tras sus
escombros crearíamos una psicosis mundial contra el terrorismo que ya
ha multiplicado por 100 las víctimas inocentes del World Trade Center.
La
magnitud de la tragedia empieza cuando tras el dolor de unos, los otros
traman la venganza contra un enemigo invisible que rearma el planeta y
donde cada uno se convierte en sospechoso. El ecologismo continúa
siendo la solución más sensata al problema mundial. La humanidad
necesita de la paz global tanto como del agua para la vida. Existen
otras posibilidades para suprimir el terrorismo. Abolir la fabricación
y el comercio de armamento es una de posible.
Quizás no
podemos erradicar la violencia humana pero podemos limitar el juego por
falta de pelotas. La imaginación es nuestra única arma para sobrevivir
a la insensatez de una especie que parece empeñada en su
deshumanización creciente.