Lo de dedicar algo del tiempo libre a explorar el ecobricolaje no
puede más que aportar satisfacciones y disfrutes, porque se puede
llegar a construir algún cacharro interesante y pensar que servirá para
cosas relevantes. Toda una prueba de nuevos conocimientos y
habilidades, y sin salir de casa.
Hay un libro admirable,
exquisito, excepcional. Lo parió un ingenioso solar de primer nivel,
José Manuel Jiménez, con mote "El Súper" en honor a aquel personaje de
la TIA del Mortadelo y Filemón. El y su grupo de amigos formaron el
Taller de Investigaciones Alternativas, que es algo así como la ONU de
la simplicidad tecnológica al servicio de la sociedad más sostenible. Ingenios Solares ofrece
23 montajes sencillos y útiles de cacharros y utilidades que emplean el
sol como fuente de energía, y su valor pedagógico es enorme, tanto para
pequeños como para mayores. Influenciado por el libro, me he convertido
en un devoto súper-sónico, y sigo de cerca el periplo creativo de ese
comunicador solar al que admiro por su calidad humana y su ingenio
solar.
Hace un tiempo Súper difundió en uno de los famosísimos
Encuentros Solares en Benicarló (esa reunión del culto anual donde se
da cita el mayor numero de amantes de las energías renovables por metro
cuadrado en Europa y quizás del mundo) difundió los planos y mostró un
anemómetro (medidor de la velocidad de los vientos) hecho con
materiales accesibles y las necesarias buenas manos. Decía y sigue
diciendo que es tan sensible como los mejores de la oferta comercial,
faltaría más.
Bien, aun sin ser del todo necesario, decidí hace
unos días ponerme a construir mi anemómetro sensible autocostruído
hecho en casa con cariño y oleeé. Seguro, pensé, que cuando esté hecho
obtendré algún rendimiento, medir el viento que corre por la zona sirve
para tomar conciencia de una fuente de energía limpia que baña el
lugar, y quien sabe, quizás aparezca un amigo con ganas de instalarse
un aerogenerador y le vaya de perlas para localizar el lugar más idóneo
en sus entornos. Pero de lo que no dude es de lo bien que iba a pasarlo
toqueteando, ojeando, cortando y conectando, todo por el mero placer de
quererlo hacer.
Me puse manos a la obra con el folleto original donde se recogen
todos los detalles a tener en cuenta para un montaje disfutrón y
efectivo. Se recomienda hacerse con las cazoletas aprovechando las
hueveras de las neveras. He optado por localizar una huevera portátil
de plástico resistente a la que le he sacado cazoletas para 4 unidades.
La falta de tiempo y alguna otra dificultad me han impedido una visita
al chatarrero o punto verde, lugar donde estoy seguro que abundan
neveras con hueveras excelentes.
Súper recomienda un tuvo del
tóxico PVC de 32 mm de diámetro, y mira que me ha costado conseguirlo.
Comprarlo para mí es imposible por cuestiones ecoéticas, por lo tanto
he dedicado varios días a mirar containers de residuos de obra por el
barrio. ¡¡Eureka¡¡ y encontré un hermoso tramo de desagüe justamente
con tubo de 32. Aunque pintado de blanco, no tardé mucho es dejarlo
limpito y cortado al tamaño prudente.
El tapón donde se ensambla
el eje, ese si que me costo. Tiene que ser de un diámetro superior al
tubo con holgura para alojar sobradamente las cabezas de los tornillos
de cada una de las tres cazoletas. Por más que busque no encontré,
hasta que un día en la cocina y en plena depresión taponera mirándome
un bote de especias me percate que allá estaba mi tapón deseado. Deje a
la canela en rama sin tapa, pero con gran satisfacción.
El
motorcillo, uno de esos de los juguetes, era el recomendado. Me costo
poco hacerme con varios en una de mis cajas de recursos. Eso sí, lo que
me costo más fue acertar en el corte de bobinas. Por no fijarme bien la
cagué con dos motorcillos y al tercero vi la luz o mejor dicho, mire
con mas atención las recomendaciones del Súper en sus dibujos
comentados. Imanes fuera y soldadura de los dos cables. Al final lo
conseguí, no tardé mucho en echar mano al pegamento y fijarlo en el
interior del tubo.
Por otro lado me compre en una tienda de
bicis un cuentakilómetros de lo más majo. Era una de esas pequeñas
minicomputadoras que si te descuidas hasta casi te llaman por tu nombre
y dialoga mientras circulas, y es que lo mide todo. La clave es que el
modelo elegido pueda ajustarse a mínimos de diámetro para el diminuto
eje del motor. Se cortan los cables del sensor para la horquilla y a
estos se les empalma con los que bajan del motor.
Ahora solo
falta el viento. Con soplidos no se mueve casi nada, corriendo con el
en la mano no vale. Estoy a la espera de ajustarlo con un anemómetro
calibrado de un amigo. Mientras y aprovechando un viaje en coche, el
ajuste lo hemos realizado sacándolo por la ventanilla, controlando el
velocímetro y venga ajustar valores de giro en el cuentakilometros,
hasta que ambos han marcado parecido.
Si te has emocionao y quieres ponerte manos a la obra eólica, aquí está disponible los planos.
Me
atrevo a recomendar, no a ociosos lectores sino más bien a inquietos
ingeniosos que ponerse con las manos en la masa es interesante y hasta
necesario. Lo hecho con tus manos no tiene precio, es ruta de
aprendizaje de variados conocimientos y habilidades. Cuesta además poco
y desde lo más ínfimo siempre se recogen agradables rendimientos, sino
prácticos, por lo menos emocionales. En el caso de lo
comentado hoy, el argumento podria ser algo así como que medir lo
que nos rodea es siempre importante para entender y apreciar más
nuestro entorno.
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