9 diciembre 2002.
La bicicleta constituye una de las formas más rápidas, saludables y
ecológicas de moverse por la ciudad, aunque no cuenta con muchos
adeptos en nuestro país en comparación con otros Estados europeos. De
poco sirven esfuerzos como el Día sin coches o la Semana de la
bicicleta, si no se apuesta por una verdadera promoción del uso del más
ecológico medio de transporte en la ciudad. Estas iniciativas
representan pequeños oasis de optimismo para los usuarios de la
bicicleta, que duran tan sólo unos días y se esfuman hasta el siguiente
año, dejando por delante la ardua tarea de sobrevivir con dos ruedas y
sin motor en la jungla del asfalto. Una ciudad como Barcelona, con una
red viaria de miles de kilómetros, cuenta tan sólo con unos 100 km de
carril bici, aunque se proyectan unos 60 más para el 2004. Poca
infraestructura para los ciclistas, para una ciudad que se precia de
promocionar el uso de la bicicleta. A todo ello hay que sumarle el poco
respeto a los ciclistas por parte de los conductores de automóvil, y la
poca cultura de la bicicleta que existe en nuestro país, dos factores
más que quizá expliquen por qué, como ciudadanos, no escogemos la mejor
de las opciones en movilidad urbana: la bicicleta.