26 febrero 2003.
El impacto ambiental del hombre en el planeta ha ido creciendo a medida
que la humanidad se ha desarrollado tecnológicamente. Y en pro de este
desarrollo no sólo se ha contaminado la superficie terrestre, sino
incluso el espacio exterior. Cerca de 9.000 objetos de más de 10 cm
orbitan alrededor de la Tierra. A esta cifra se le han de sumar otros
200.000 de entre uno y diez centímetros y 35 millones menores de un
centímetro. Como aquel que va de excursión a la montaña y abandona las
latas de bebida o los envoltorios de los alimentos en plena naturaleza,
las "excursiones" espaciales no han recogido la basura generada al
concluir sus misiones. Tras 45 años de actividades espaciales,
conviene reflexionar sobre la magnitud del cementerio galáctico que
sobrevuela nuestras cabezas. Fragmentos de satélites, cohetes y fases
de cohetes, satélites meteorológicos, de comunicaciones, espías,
activos, inactivos... y todo tipo de basura orgánica derivan a
velocidades de miles de kilómetros por hora. El que está considerado
como el guante más rápido de la historia pertenecía al astronauta
Edward White. Lo perdió en 1965 y durante un mes recorrió la órbita
terrestre a 28.000 km/hora.
En
cuanto a las consecuencias del impacto de estos objetos en la Tierra,
los ingenieros espaciales no se muestran demasiado preocupados. Por lo
visto, la reentrada en la atmósfera del satélite soviético Cosmos 954,
que tuvo lugar en 1978, representa un caso aislado. El generador
nuclear que portaba no se quemó en contacto con el aire y generó una
estela de lluvia radiactiva en el norte de Canadá, zona que hubo de ser
descontaminada tras el accidente. Para solucionar el problema de
la chatarra sideral, habrá que estudiar muchas opciones, algunas de las
cuales quizá parezcan de ciencia ficción. La clave residirá en que con
ellas no contribuyamos a aumentar el número de objetos de naturaleza
extraña que pueblan el espacio.