20 septiembre 2004. En el año 2000 fue detectada por primera vez la plaga del mejillón cebra (Dreyssena polimorpha)
en el pantano de Riba-roja, en el municipio de Fayón, Zaragoza. Hace
poco se ha encontrado también en Mequinenza, y en Riba-roja ha
alcanzado densidades de un millón de unidades por metro cuadrado. Un
equipo de submarinistas del ejército, provistos de espátulas y
cuchillos, se ha puesto a sacar mejillones metro cuadrado a metro
cuadrado en profundidades que oscilaban entre los 2,5 metros y los 7.
Los submarinistas comprobaron que “está prácticamente todo el lecho
cubierto y existen grosores como un puño”. La Confederación
Hidrográfica del Ebro (CHE) se ha empeñado en no hacer caso a expertos
como el biólogo Cristian Ruiz Altaba, que recomienda simplemente secar
el pantano para que mueran no sólo los mejillones sino también sus
larvas que nadan en el agua. Entre sus temibles efectos, el mejillón
cebra colapsa captaciones de agua y bloquea rejas como las del embalse
de Riba-roja, que Endesa limpia y repone con frecuencia. Es evidente
que hay que actuar y cuanto antes para que este bivalvo invasor no se
extienda desde el Ebro a todas las cuencas hidrográficas ibéricas
provocando un alto coste económico. Lo curioso es que Endesa, antes que
perder algunos kilowatios eléctricos vaciando el pantano, prefiere ver
cómo su plaga se reparte equitativamente por todo el país. Una vez más,
la generosidad de las eléctricas compartiendo el desastre es
encomiable. Mientras, el mejillón cebra crece por centenares de miles
por metro cuadrado y avanza palmo a palmo. Mañana no habrá ejército
capaz de hacerle frente como ya ha pasado en los grandes lagos
americanos. Con lo poco que cuesta aprender, ¿por qué impera la
estupidez?