Nos esperaba un fin de semana cursillista en la Sierra de Madrid.
Para ello el viernes salimos con el coche. Me acompaña Julio, maestro
permacultor y amante del bosque comestible. Nos separan 700 km desde
BCN a Zarzalejo, donde se encuentra el pequeño centro de vida
sostenible Escuela de Agritectura.
Llevaba tiempo sin
coger el coche y la verdad que el viaje rumbo a la ilusión del
compartir con buena compañía y cálido diálogo se ha convertido en algo
parecido a esos placeres sencillos y entrañables, que tan bien nos van
a todos. Aunque hemos sido conscientes de que entre ir y venir nos
hemos cepillado unos 90 litros de gasolina súper sin plomo, emitido CO2
por un tubo y contribuido a la economía fósil, nos tranquiliza sólo un
poco el haber comprendido que tenemos que aplicarnos en la reducción de
nuestra huella y viajar lo mínimo, aunque muchas veces como en
este nuestro caso, la causa sea quizás justa. Ha sido un viaje con
esa máquina malvada y en cambio tan artificialmente acogedora, sobre
todo cuando el frío y la lluvia campan en el exterior. Quizás parte del
éxito social del coche se deba a ser un cobijo rodante, pequeño pero
ciertamente confortable para la conversación y también las
conspiraciones, mientras los kilómetros van quedando atrás. La
conducción ha sido todo lo eficiente posible, marchas largas, con una
media de 110 Km por hora, aunque algún pecadillo veloz por tramos he
cometido.
Y claro, en siete horas para allá y las mismas para acá, dos
personas con un coche cargado de artefactos tienen tiempo de ponerse al
día de los temas que les ocupan y preocupan e incluso de los que
ilusionan. Julio Cantos es la persona que más hace por el mundo vegetal
en acción directa que conozco. Es un experto diseñador según criterios
de la Permacultura e investiga sobre terrenos peculiares y en ocasiones
complicados. Temas como si este o aquel árbol son óptimos para
este o aquel espacio y sobre todo si se adaptan y prosperan. Se ha
especializado en plantas comestibles y árboles de gran utilidad para el
servicio humano. Caminar junto a él es toda una experiencia. Una mirada
al entorno vegetal es suficiente para que afloren infinidad de nombres
botánicos y de muchas de las plantas, arbustos y árboles siempre conoce
alguna propiedad de valor nutricional o útil.
Por momentos he recordado el bello relato del Hombre que Plantaba Árboles,
de Jean Giono. Un hombre retirado en una zona desolada y remota de
Francia, donde él siente que la tierra se muere por falta de árboles y
decide con su perro y sus ovejas comenzar la faena de su vida: la
constante siembra de cien semillas de árboles cada día. Para Julio, los
lugares donde plantar no se acabarían nunca, siempre con el rigor
técnico y agronómico que pueda garantizar el éxito fértil.
La
previsión de lluvia no ha tardado en hacerse notar, medio viaje con
asfalto mojándose, aunque lo que nos ilusionaba era que el sábado y
domingo el sol alumbrara.
Despertarse en la Finca de la Dehesa,
humilde centro del activismo por una vida simple y comprometida con el
entorno cercano, es todo un privilegio. A pesar de que los nubarrones
amenazaban con incertidumbre elocuente. Estamos aquí para participar de
los talleres primaverales que organiza la Escuela de Agritectura.
Unos
amigos de la finca han instalado una haima, el cobijo de los nómadas
del desierto y todo un buen ejemplo de diseño sostenible. Con pelo de
camello y cabra, cuatro ramas y tronquillos, unos cordeles y estacas
hechas con lo que había en el lugar, durante la mañana han dejado
montado un confortable espacio a cobijo de aguas y algo de los vientos
y donde tomar y pasar ratos de relajo e intercambio.
En el aula,
Julio no tardó en comenzar su taller sobre vergeles forestales, o de
como cultivar para generar el bosque donde lo máximo sea alimento y
recursos. Biotopos, nombres botánicos, condiciones de suelo y clima,
reforestación, riegos, fertilidad, forestería análoga, conceptos todos
comentados y contextualizados para que los asistentes puedan
apasionarse por ver como el mundo se llena de árboles. Fuera las nubes
persisten y el plan de cocinar con el sol, anulado.
El
taller dará sus frutos, ya que de la teoría se ha pasado a la práctica
con el azadón en mano y un montón de árboles y plantas en tiestos. Un
espacio de 20 metros cuadrados ha sido horadado, removido, fertilizado
y acolchado de forma natural y plantado con especies arbóreas, muchas
plantas aromáticas y algún arbusto de interés melífero ya que al lado
tres colmenas cobijan a una de las especies más dulzonas de las
conocidas, las laboriosas abejas.
Lo que se ha realizado con
las manos y la ilusión de los asistentes es el inicio de un vergel
forestal, un concepto agroforestal sostenible donde los ciclos
vegetales irán creando suelo fértil y selección de las especies más
apropiadas al lugar. El agua, como siempre en la vida, es vital y el
resultado de todo, un espacio donde tierra y alimento se enamoran. En
breve, un sistema de riego por goteo llegará al nuevo pulmón verde y
comestible de la finca. En Agritectura este es el año del comienzo de una reforestación intensa y estudiada con especies adaptadas al lugar.
También
está previsto en este elaborado proyecto de vida sotenible el
inicio de un pequeño taller de cocina solar abierto a curiosos e
interesados en el nuevo y ecológico arte de cocinar las
energías limpias. En la finca se cuentan por decenas los bizcochos y
comidas ya realizadas, y en boca de una panadera artesana, la
reposteria solar es insuperable en sabores y rendimientos.
En
ese entorno me ha tocado compartir con pocos, pero atentos
participantes del taller de cocina solar, todo lo que conozco de la
teoría y la práctica de la más sabrosa aplicación de la energía limpia
del sol. Las cocinas solares abren
posibilidades de acercamiento simple para comprender y emocionarse por
la energía solar térmica. Las cocinas solares ofrecen la posibilidad de
preparar ricos alimentos sin tirar CO2 al mismo tiempo que entramos en
complicidad con los 2.000 millones de seres humanos que hoy utilizan la
leña para preparar alimentos. Como colofón hemos acabado montando una
cocina solar parabólica KSol 14, y la ilusión ha sido compartida. Ha
faltado lo más importante. Las nubes, el viento e incluso unas gotas
nos han recordado que no siempre podemos tener lo que deseamos.
Este
domingo solar sin sol tardaremos en olvidarlo, menos por la falta de
limpia energía y más por el aprecio humano compartido hacia la
tecnología solarculinaria. En el retorno, contentos, la ilusión por
hacer las cosas que sentimos importantes nos ha tenido a ambos viajando
en muchas más direcciones que las que marcaba la real carretera. Y es
que, como dice una frase de Einstein que me ha llegado hoy en un correo
y que podría encajar: Si buscas resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo.
En
el largo caminar hacia la vida más simple te vas dando cuenta de
que mantener la salud, cultivar la amistad, el buen hacer y aprender de
la sabiduría de vida que los demás te brindan, es lo más valioso.
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