Bicicleta plegaba y rumbo a todo tren hacia Terrassa, todo un placer
matinal. Un placer que aumenta cuando visualizo la enorme
fachada fotovoltaica tricolor de 30 kWp, que por motivos
energético-demostrativos se encuentra en la entrada del Museo de la Ciencia y la Técnica de Catalunya,
y abastece de limpia energía a estas instalaciones. Este museo merece
su visita y disfrute. A los admiradores de la arquitectura modernista
el edificio les dejará helaos. En su interior se da a conocer el
proceso de industrialización llevado a cabo en la comunidad y se
fomenta el conocimiento de la ciencia y las técnicas actuales.
No me puedo resistir de tomar buena nota de los valores energéticos
que aporta esta demostración de la fuerza solar. Situada a la altura de
los ojos, para que se vea y se valore, una pantalla monitoriza y canta
sin parar la temperatura, la radiación solar, la potencia eléctrica que
se está generando y los casi 90 megavatios hora producidos desde su
inauguración en el 2001. No dudo que sería mejor tener repartido el
equivalente a este campo solar de la fachada en por lo menos 15
instalaciones domésticas. Sin embargo, aquí, este mosaico fotovoltaico
resalta por su belleza. La evidencia del poder solar está
a la vista y los datos cantan mucho más en medio de la calle. Otra
cosa es reflexionar si, ante el analfabetismo energético imperante en
la sociedad, esta es la mejor manera de mostrar como el sol nos regala,
además de la vida, la energía limpia para progresar contentos.
Por
la tarde, al finalizar el curro y cumpliendo con mi compromiso hecho
público días atrás, asisto a la primera de las dos sesiones de un curso
básico de mecánica de bicicletas. Lo imparten en las instalaciones de
una nueva tienda de bicicletas, espaibici,
dedicada exclusivamente a la bicicleta urbana, con un lavadero y mesa
de reparaciones a disposición de los activistas a pedales. No conocía
el lugar. Me he quedado asombrado de esta iniciativa de jóvenes
activistas que ofrecen no sólo una amplia gama de bicicletas
urbanas normales y especiales, y numerosas plegables, algunas en
acertada exposición, sino también servicios para animar a los
bicicleteros de Barcelona y alrededores. Entre las bicicletas en
exposición, veo mi Dahon Boardwalk. Me dicen que ha sido la más vendida estas navidades. Buen
ambiente, buena gente, buenos productos y buenos servicios para
hacer más estimulante el uso de la máquina más verde de todas las
conocidas. Y atención, durante febrero y marzo, ofrecen una agenda de
talleres de mecánica avanzada y diversos pases de diapositivas de
viajes impresionantes, siempre claro, pedaleando.
He aprendido
como reparar un pinchazo, cambiar una cámara y un cable de frenos
además de todo lo necesario para un perfecto engrase de la cadena.
Y aunque todo parece fácil, no lo es tanto, aunque cuando te lo
cuenta el mecánico de la tienda con todo su colección de truquillos, la
cosa anima. Lección aprendida: disponer de buenas herramientas y una
mesa que mantenga a la bici alzada y bien cogida. Una
estructura de parking vertical que tienen en el interior que arropa
hasta 10 bicicletas me maravilla. Aunque, mis ojos continuarán
fascinándose al ver una bici Brompton plegada, ingeniería humana sutil, práctica, bella... |