Si sigues este diario habrás observado que hay un vacío desde el día 13 a hoy 17 de marzo. Si eres una ciudadan@ informado no tengo que darte detalles de lo que ha ocurrido estos días. Más abajo expreso como he vivido y sentido estos días inolvidables. El pasado viernes 12 me preguntaba que estaba pasando, y estos días se me han ido aclarando algunas dudas. Se nos ha sometido a una presión social sin precedentes, por lo menos desde los tiempos que a mí me han tocado vivir. No olvidaré nunca estos días, aunque el tiempo vaya diluyendo los recuerdos, por ahora muy intensos.
Imagino que lo ocurrido va a dar para cientos o miles de estudios y tesis sobre valores democráticos y movimientos sociales. Ser víctimas directas de un acto de guerra global, duele y mucho. A las víctimas y sus allegados directamente, el dolor queda en sus cuerpos y en sus almas. Para el resto de ciudadanos cercanos y lejanos del lugar del ataque, con las más diversas ideologías y capacidades intelectuales, el dolor tiene todo un abanico de variables e intensidades.
Doy por descontado que aparte de las impresiones sobre la fragilidad humana y de la infamia de los fabricantes de dolor ajeno, aparecen las preguntas de porque nos pasa lo que nos pasa, a unos y a otros. Todo se complica cuando los responsables de velar por la democracia y que tienen la información y la obligación de facilitarla, la manipulan y la ocultan. No debería, y de hecho no hay, tregua política para quien engaña. Se engañan ellos y nos engañan a todos.
Me llega por mail una convocatoria de cacerolada para las 20 horas del sábado. Me alegra y lo interpreto rápidamente como un espacio de liberación de la rabia y angustia social de las mentes mas inquietas. Muchas personas ese día, millones quizás, muchos millones de intranquilidades con nombres, apellidos y lugares de residencia estaban inquietos. La convocatoria es un alivio mental y emocional. Quizás haciendo ruido los mentirosos perciban la llamada de una parte de sus súbditos democráticos. Cojo la bici y me pongo en camino al encuentro de la convocatoria popular descentralizada. Por supuesto, con la tapa de una olla y la cuchara, convertidas en simbólicas armas de destrucción masiva contra las injusticias. Me encuentro la concentración bajando por las Ramblas como estaba previsto. El lema de la pancarta: Es vuestra guerra, son nuestros muertos me impacta. Me sumo a la rua por la libertad, la paz y contra la manipulación bochornosa de las élites en el poder político e informativo.
Me he acercado con la bici pero pronto empiezo a sentir que es mejor que ande observando y, por supuesto, dándole a la percusión. Mi alma de reportero me lleva a lo que creo son el punto para la toma de las imágenes más interesantes. Sin embargo, disparo la cámara rápido; estoy nadando entre una marea que grita libertad y me siento poseido por un sentimiento de emocionante y justa humanidad. Ciudadan@s mosqueados y pacíficos hemos tomado las calles sin darnos cuenta porqué queremos respuestas, queremos saber. Una riada humana llega a la Plaza de Sant Jaume, corazón político y social de BCN y Catalunya. Aquí terminaba la convocatoria... pero, no. Sigue y va sumando gentes y ruido. Noticias por radios portátiles y móviles van llegando: en Madrid la gente se ha congregado en la calle Génova y en otras ciudades, espontáneamente, se suman más protestas ante las sedes del partido en el gobierno. De una punta a otra de la ciudad, la noche se alarga y echo mucho de menos mis tapones de oídos. La improvisación, la creatividad (muchas cajas de cartón jan sido recicladas en pancartas de última hora con textos espontáneos y directos), la diversidad, el respeto (no vi a nadie destrozando algo), la concordia, la ilusión, la fuerza de lo humano pidiendo justicia, la incertidumbre... Me conmueve el respeto de las fuerzas del orden público hacia sus conciudadanos pacíficos. Las gentes siguen aplaudiendo y tocando la percusión al ritmo de esa noche que desfila por debajo de ventanas que se suman al paso de la libre Rúa de la Paz. En fin, muchas sensaciones de una noche mágica que auguraba un mañana más relajado.
En la cama y durante horas, mis oídos retumbaban con el innovador ritmo musical ambiental, digamos esa música popular prodemocrática, hecha con cualquier cosa que se pueda golpear y de la que se obtiene el máximo ruido. Objetivo: que se oiga bien el descontento social. Recuerdo a dos grupos de personas que generaban un ritmo muy agradable, unos tocaban en un container de obra y sonaba maravillas, otros liaos con una señal de trafico, llegaron a ritmos en los que se les notaba emocionados.
No se porqué dedico tanta narración a lo ruidoso, la verdad es que no lo sé bien y puede parecer que mi interés tiene más que ver con lo lúdico. Estuve allá, fui uno de esos supuestos 5.000 ciudadanos que liberaron sus fantasmas y angustias en una fiesta improvisada y espontánea por la deseada Paz y justicia social. No me arrepiento, al contrario, me alegro, aunque parece ser que la espontaneidad fue tildada de ilegal. ¿Qué habría ocurrido si no se hubiera permitido expresarnos? Para esto si que no tengo respuesta.
Leyendo la prensa desde Internet, mi cuerpo no resiste la potencia de las 6 horas más intensas de mi activismo político callejero... Para no romper mi autocompromiso en movilidad, me presento en el colegio electoral con mi bici. En la mano va mi grito en papel, todavía tengo síntomas de la percusión de ayer. Consumado el acto democrático quedo a la espera de una noche emocionante pegado al televisor.
Menos mal que aquí en Catalunya la tele publica és algo más especial. Voy viendo de forma amena como unos caen y otros suben, como unas caras se aplacan y otras se ensanchan. Los gritos de unos y otros, los de voz y los de papel, van situando a cada uno en su lugar. La política, ese trabajo tan digno, pero para algunos tan soberbio, ya explica a sus profesionales que las urnas mandan. En la tele de todos emiten una película americana... me quedo perplejo. En fin, parece que empieza una nueva etapa, espero y deseo que importante y contundente con la justicia social, la equidad y el respeto para todos los niveles sociales y, por supuesto, respetuosa con el medio ambiente, ese entorno donde todos nos deberíamos seguir moviendo con alegría y miras de prosperidad no hipotecante.
No he parado de seguir las noticias, los bulos, los fenómenos de la tecnocomunicacion, algunos debates y declaraciones de vencidos y vencedores. Me sorprende ver como la prensa internacional informa de lo acontecido, y es que esta especie de amnesia que estoy viviendo no me ha dejado hasta hoy reflexionar sobre la potencia global de los acontecimientos. Un atentado lleno de victimas, un país europeo conmocionado, un cambio político contundente, es mucho para tan pocos días.
Quizás sea una ilusión, pero espero que todo este indeseado proceso social vivido aquí sirva para poner coherencia en muchos aspectos claves como la concordia entre pueblos y culturas. Espero que la guerra deje de tener el sentido de ser y de existir. Estamos ya muy evolucionados como para seguir anclados en la Edad media. También espero que en este mundo pequeño cada vez sea más fácil visualizar a los tiranos. Espero que el sábado 20 de marzo, el grito más fuerte de la historia humana contra la guerra y por la Paz se oiga en todo el universo.
Estos días me han servido para afirmar mis ideales, para fortalecerlos, para ser algo más humilde y para anhelar poder vivir mejor con menos. |