1 agosto 2004. Fahrenheit
9/11 es la película del verano 2004. El 11/ 9, 11S o 9/11 en versión
americana, es el número que simboliza el inicio de una nueva era en la
cual como en Fahrenheit 454 en lugar de quemar libros se quema la
libertad con la excusa de la seguridad. El nuevo film de Michael Moore
es el resultado de la propia realidad de la sociedad de la información,
para bien y para mal. Tomando una gran cantidad de imágenes de archivo,
que para muchos pasaron inadvertidas, compone un alegato a la
manipulación informativa corporativa.
El cineasta Michael Moore, con un documental 22 millones de dólares,
una cifra inaudita para este tipo de género, denuncia el presunto
fraude electoral cometido por los republicanos en Florida con el que
Bush se adjudicó la presidencia ante Al Gore. A modo de prólogo a la
sátira de Moore le siguen el atentado del 11-S y la guerra de Iraq. De
este guión cabe destacar las numerosas acotaciones de lo que se ha
escondido a la sociedad americana. Sin duda, el dolor y la inseguridad
creada por Bush al luchar “contra el mundo” son sólo algunos de los
aspectos. Destacan las antiguas relaciones financieras entre las
familias Bush y Bin Laden, los soldados como carne de cañón elegidos
entre los sectores socialmente más desfavorecidos, etc.
Fahrenheit 9/11 (coronada con la Palma de Oro en el Cannes 2004),
probablemente puede considerarse demagógica, pero es un film astuto,
brillante y antiestablisment. Moore no deja de proclamar a cada momento
su compromiso agitador: “Vivimos tiempos de ficción, con resultados
ficticios de una elección, de la que salió un presidente ficticio...
que nos envía a una guerra por motivos ficticios... Estamos en contra
de esta guerra, señor Bush; da vergüenza, señor Bush.”
Fahrenheit 9/11 es también un anuncio en formato largometraje en contra
de Bush y su corte imperial. Es un auténtico caballo de Troya para
cuestionar las verdades oficiales sobre el 11-S y las guerras de
Afganistán e Iraq. Por ello al final del film se sitúa frente al
Congreso e increpa a los diputados pidiéndoles si estarían dispuestos a
enviar a sus hijos a la guerra de Iraq. Sin embargo, a pesar del
revuelo causado por el film y más allá de cómo evolucione la corte
imperial norteamericana el próximo otoño, el mundo continua dependiendo
del petróleo y, por tanto, sumido en los humos tóxicos que nos impiden
vislumbrar un futuro más justo y ecológico.