La industria nuclear hace aguas en todo el planeta, simplemente porque no es rentable y porque conlleva riesgos tan espeluznantes que ninguna entidad de seguros está dispuesta a asegurar. Sin embargo, hay que mantener el negocio, al menos el que ya tienen en marcha, el máximo de tiempo. Así que se han lanzado a una verdadera cruzada en los medios de comunicación con físicos atómicos que den la cara en su favor. Entrevistas a páginas enteras para que estos personajes descarados siembren dudas violando el raciocinio más elemental. Y es que con dinero todo se puede, incluso encontrar periodistas que digan, después de entrevistar al personaje: "Para seguir chupando vatios para nosotros y nuestros hijos.. lo consecuente es asumir un ecologismo nuclear". En realidad, es un oxímoron o, más bien, una desviación moral. Iberdrola, Endesa, Unión Fenosa, utilizan el poder de la publicidad para colar sus panfletos a favor de la energía que defienden.
Nadie se aventuraría a la inversión de una central nuclear sino está avalada por el Estado, porque saben que no es rentable. Pero debemos recordar que estamos en un mercado liberalizado. La última experiencia europea, la central de Olkiluoto-3 es un drama financiero. Incluso los políticos finlandeses que apoyaron el proyecto, ahora lo miran con inquietud. Pero lo importante, como en todo debate, es disponer de personajes descarados que digan lo que nadie en su sano juicio se atrevería y, además, con todo el descaro, algo que a juzgar por los reality shows televisivos funciona y engancha a la gente. De eso se trata.
Un par de libros han salido de las imprentas para intentar desviar la atención sobre el concienzudo análisis de la obra El espejismo nuclear. Lo hacen argumentando una posición inmoral, propugnando una contradicción: ser ecologista nuclear. Algo insólito, pero de esto se trata, de polemizar al estilo reality show. Por ello, los autores de estos libros que propugnan un "ecologismo nuclear" se lanzan a ver quién la dice más gorda: que “lo único que emite una central nuclear es vapor de agua y te contaminas más si fumas un cigarrillo en la puerta de una nuclear”. O sea, que la radioactividad no existe o que “los actuales sistemas de seguridad hacen inviable cualquier fuga”. En otras palabras, que la multa por la fuga radioactiva de Ascó, a pesar de ser una nimiedad en términos económicos, es un capricho del gobierno.
Como vendedores de mantas, este par de ecologistas nucleares que son encumbrados en todos los medios gracias al poder de la publicidad de las eléctricas, primero argumentan que sólo "su producto" es el bueno: "la energía nuclear es la única que puede proveernos de toda la electricidad que necesitamos sin costes ambientales" (que pregunten a los afectados de Chernobil) y a continuación sueltan pestes contra todo lo que no sea “su producto”. Por eso, afirman que “una central térmica suelta más radioactividad que una nuclear”. Entonces, la cuestión es que niegan primero que emita radioactividad, pero luego que sí. ¡¡¡En qué quedamos!!!. Y luego, van contra las renovables: que si es discontinua, que si etc., y lo rematan con aquéllo de que para tener la potencia de una nuclear se necesitan 2.000 aerogeneradores de 1 MW, lo cual afirman que sería una formación de aerogeneradores continuada entre Barcelona y Sevilla. Pues resulta que en España, en el año 2008, se alcanzaron los 15.145 MW en aerogeneradores y todos ellos aportan ya el 10 % de las necesidades de electricidad. En Catalunya, sustituir toda la potencia nuclear por aerogeneradores de 3 MW sólo ocuparía un máximo de 1.000 km2, menos de un 3 % del territorio (aunque tampoco se trata de eso, claro está, sino de apostar por una política a favor de las renovables).
Pero la gran amenaza que lanza la industria nuclear está también muy gastada. Advierten que sin sus centrales de energía nuclear no podríamos tener el nivel de consumo de la electricidad actual. Pero las nueve centrales nucleares españolas sólo aportan un 18 % de la electricidad y, además, ha habido momentos en que han estado paradas hasta el 40 % de las mismas y no ha pasado nada. Pero la miopía más gorda de los nucleócratas es que nos quieren vender que el uranio, el combustible de las centrales nucleares, es casi como el carbón o el gas, que basta con extraerlo y a funcionar. No nos dicen que para obtener 1 kg de uranio 238 fisionable (que no es la forma en que se encuentra en la naturaleza) hay que extraer miles de toneladas de uranio virgen que luego hay que tratar y que todo el proceso conlleva una huella de carbono nada despreciable. Los países con minería de uranio son pocos y el impacto de esta actividad sobre la naturaleza y los pueblos circundantes son de pura denuncia.
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