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Hoy
he recibido una carta inevitable, la confirmación de la baja voluntaria
a fecha de 27 de diciembre 2006 como cliente de Electra Norte, empresa
comercializadora de electricidad verde. El correo postal tiene esas
cosas, le llega a uno la defunción cuando ya hace días que el muerto
huele a podrido. Aunque a veces es incluso mejor pues evita el choc de
lo inexorable. Fui dado de alta el 12 de junio del 2003 cuando de forma
pionera aposté porque mi recibo de la electricidad sirviera para
invertir en renovables. Hoy esta baja voluntaria a petición de la
propia empresa por la inviabilidad de mantenernos en el sistema
tarifario liberalizado pone fin a un pequeño sueño mío y de otros 700
clientes que han sido conminados a la misma decisión en estos últimos
meses.
Entre medio algunos de los grandes como Iberdrola o Endesa que también
se apuntaron a la captura de clientes por lo verde, aunque ya hace tiempo que los
devolvieron al sistema regulado sin que ni se enteraran. Lo cierto es
que pagamos la electricidad por debajo del precio real de mercado por
imperativo legal y por aquello de que las masas no se quejen. Pero
también es cierto que esta medida gubernamental, aunque ahora vayan a
programar una subida gradual para no engrosar más el déficit tarifario,
no estimula algo básico como es la eficiencia energética y el ahorro.
Así pues esta experiencia única de ver una factura bimensual en la que
se detallaba el origen de la electricidad renovable que se me
suministraba se esfuma definitivamente por mucho tiempo. Los expertos
aseguran que hasta el 2011 la tarifa regulada seguirá siendo la norma
para la ciudadanía sin más opción. Una verdadera lástima. Es de
agradecer que Electra Norte nos haya soportado varios meses aún con
pérdidas.
Ha habido entre medio también intentos desde Greenpeace para fomentar
alternativas como la traslación de la experiencia alemana de la
cooperativa de energía verde. Pero, lamentablemente, en este país
estamos lejos de que esto pueda ser una realidad. Somos los españoles
conservadores por excelencia y además el cartel energético nos tiene
pillados. Así que ahora la próxima factura eléctrica que reciba será
nuevamente del proveedor de zona, en mi caso FECSA-ENDESA. Mientras, la
ENDESA, que nadie sabe muy bien que es, vive del rollito de la OPA y
sin pudor alguno se publicita como la primera eléctrica del mundo en
sostenibilidad. Vaya mal rollo.
Finalmente, toda historia amorosa al terminar tiene sus gestos
emotivos. El mío ha sido el de retirar la pegatina de electricidad
verde que tenía en la puerta de casa. Me ha jodido de lo lindo pues la
cabrona pegatina era de mala calidad por lo que he tenido que aplicar
un poco de vinagre para despegarla o más bien para que se volatilizara.
Así que me he quedado sin ni el recuerdo público de este amorío con el
rayo verde. Eso sí, me quedan las facturas y las Electranoticias
íntimas. Al final como el hijo pródigo debo volver al redil del que
salí alegremente cuando empezó la liberalización. Esta tristeza, al
menos, está compartida por otros clientes que han tenido que asumir la
realidad de un gobierno que no ha hecho los deberes como merecíamos.
Debería poner más emotividad en este funeral eléctrico, el cual, por
cierto, me era conocido desde hacia unos meses, pero finalmente me ha
sentado como una patada en el hígado. Aunque no hay depresión que dure
100 años y la mía durará probablemente una sola noche. Tengo la suerte
de trabajar por la causa de la simplicidad radical, la austeridad y la
complicidad para evitar el cambio climático además de que quizás pronto
pueda invertir un dinerillo en una central solar fotovoltaica de
suscripción popular. En definitiva, este contratiempo no evitará que
siga en la senda de la economía solar visualizada
por el experto Hermann Scheer. Tampoco un ministro inepto va a
conseguir que me doblegue simplemente mientras se permite el dumping
eléctrico. Porque entre otras cosas me he aplicado en eficiencia y ahorro
de lo lindo. Este año he consumido tan sólo 1.200 kWh/año (todo el piso
es eléctrico por ser de pequeñas dimensiones y nada ventilado) o sea
que no les daré el gozo de chuparme la sangre eléctrica. Ahora más que
nunca no voy a bajar la guardia en el ahorro energético; y si hasta ahora
no ponía la climatización en invierno más allá de los 20 ºC ahora me
voy a conformar con 19 ºC y en verano, pues a resistir los 29 ºC y que
les den morcilla. Al final, a estas sanguijuelas de OPAS eléctricas no
les voy a dar el brazo a torcer. Y esperaré atento para poder volver a
salir de este puto agujero negro que deseo sea antes del 2011.
En fin, hoy estoy triste, aunque sea una melancolía efímera, pero
sentida en lo más profundo de mi corazón, tanto por el esfuerzo y
empeño que puso Electra Norte como porque al final los “castigados”
somos unas pocas centenas que confiamos que con nuestra aportación
contribuiríamos a una electricidad más sostenible aún sabiendo que no
era en el sistema ideal que rige en algunos lugares del norte. Debo
confesar que de todos modos me alegro que la carta de baja como usuario
de electricidad verde me ha llegado un día después de zamparme el
documental Who killed the electric car?
en el que se narra la ilusión de unos cientos de californianos que
adquirieron el coche eléctrico EV1 (fabricado entre el 1997 y el 2001)
para que el 2004 se los arrebatara su fabricante, la multinacional
General Motors (lo tenían en régimen de leasing), para simplemente
destruirlos y que imperara sin competencia el motor de combustión
contaminante. Al ver sus testimonios sobre un sueño por una movilidad Zero Emision
masacrado con toda impunidad legal mi pena es como no puramente
residual. Y no digamos que mi pena efímera es casi patética si tengo en
cuenta que 2.000 millones de humanos no tienen electricidad de ningún
color. Por eso, reitero mi voluntad por seguir trabajando
esforzadamente por el advenimiento de la Era Solar…
Algún día en este país entenderemos que entre lo mejor
y lo posible a veces es mejor lo posible hoy para que sea
mejor mañana.
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