Anunciaba mal tiempo, pero no. Al igual que los trabajadores de
tierra, los que vibran y arriesgan todavía con los ciclos de lo vivo,
el momento de la siembra es si acaso el momento de la ilusión. Hoy he
tenido el privilegio de participar en un taller práctico de
planificación y plantación primaveral sobre las tres bandejas de
cultivo “horturba” que la Fundación Terra tiene es su soleada terraza
en medio del centro de Barcelona.
Para repartir sorbos de sabiduría ecoagrícola nadie mejor que el protagonista del Huerto de Pepe,
experto en el sistema de cultivo urbano que ha revolucionado la
ilusionante visión de muchos urbanitas con aspiración a horticultores,
aunque sea en la terraza. Más de una treintena de activos y también
curiosos nos hemos empapado de las explicaciones básicas para iniciar
la aventura de nutritivos ciclos de la vida desde no más de 20
centímetros de grueso de tierra vegetal enriquecida con compost. Las
cebollas, lechugas variadas, pepinos, escarolas (que para que sean
menos verdes y menos picantes con un plato las últimas semanas sobre su
corona se consiguen blanquear), rábanos desde semillas, alguna
zanahoria y los biodiversos tomates… sabiamente distribuídas las
plántulas y semillas para que el sol les dé a las verduras de más
desarrollo situadas en la parte digamos del final y las más cortas lo
reciban las primeras. Y también hemos sabido por boca del sabio Josep
Maria, sobre porcentajes claves de materia orgánica comportada por
laboriosas lombrices, el caviar de las macetas, el humus de lombriz que
cuando se mezcla con rica tierra vegetal se convierte en una de los
nutrientes más equilibrados conocidos de los sanos.
Las imágenes
de los éxitos vegetales conseguidos sobre las bandejas tan queridas del
hortelano Pepe, no hacían más que animar para el paso a la acción, y
después de ver de todo, sandías, pepinos (por cierto la planta más
productora en volúmen) tomateras con tutores y enormes acelgas, lo que
interesaba a la mayoría era tocar cuanto antes la fertilidad de la
tierra y contribuir a que el tiempo, el sol, el agua, los sanos
nutrientes y hasta el amor por la tierra de los cuidadores del mínimo
espacio, dieran sus frutos. Y es que serán siempre tan especiales
porque serán los que serán porque tu has metido mano. ¡Lexes!, serán los
mejores vegetales que nunca hallas tenido, cuidado, disfrutado, serán
como tuyos o quizás como de todo.
Llegarán en dos meses
la lechugas y cebollas, tirarán también palante los rábanos y nabos, la
escarola parecido…vamos, tanto en tan poco que mientras cultivas poco
ganas mucho. Sobre todo respeto por la energía, el tiempo y el trabajo
que cuesta que una lechuga llegue a la ensaladera. Y es que cultivarte
simbólicamente o no tu papeo te hace de golpe consciente del enorme
valor social que tiene volver a la tierra, con aprecio por ella y todo
lo que nos brinda. Donde vamos con tanto veneno, transgénico y
petróleo, cuando con más inteligencia y cooperación podríamos
comer quizás menos, pero de mucha más calidad. Pues bien, todo eso y
más, mientras retrataba el momento me ha ido llegando, incluso
emocionantemente, al interior de mi mente más pendiente de que el mundo
se enturbia cuando delante no veo que la vida siempre brota bondadosa
para que yo pueda incorporarla en mi interior como energía solar
concentrada, más los otros regalos de la tierra sana.
Sí, la
producción en el hort urbà no es lo importante a pesar de que si te
aplicas puede llegar a sorprenderte lo que rinde un metro cuadrado de
fertilidad, lo importante según mi opinión, es cultivar valores,
paciencia, incertidumbre, incluso intensas relaciones entre el pulgón
comilón o la abeja polinizadora y algún pajarillo que también toma su
parte. Quizás ello, lo de la relaciones interespecies, si paras y te
das tiempo, es una de las mayores evidencias para entender que todos
los vivos nos necesitamos.
Mientras el grupo de ilusionados
aprendices de horturbanitas removía tierra sana, colocaba de forma
estratégica las plantas y marcaba la posición de las semillas, desde
una cocina solar Ksol conectada
con su central de energía a 150 millones de kilómetros y gracias a unos
fotones que han realizado ese excepcional viaje para llegar directos a
la superficie reflectora y luego a la sartén, ese mismo regalo que da
vida a plantas y a los humanos que de ellas nos nutrimos, esa limpia
energía y las labores del cocinero solar nos han brindado un pincho de
seitán, gluten de trigo macerado en salsa de soja, y aderezado con
especias ricas y el perejil cultivado en la terraza. Qué bien sabe lo
que es bueno por una y más cosas.
Absolutamente recomendable la visita a la pagina del Horturba,
absolutamente recomendable que te animes a plantar tu huerto, o tu
maceta o tus emociones en esta primavera poco lluviosa de momento, pero
como todas, un regalo para los sentidos.
¡¡Feliz siembra, de lo que sea y feliz cosecha cuando toque!!
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