18 Julio 2005.
El verano del 2005 se avanzó en temperaturas altas y una pertinaz
sequía de una primavera sin las tradicionales llúvias. Los pantanos y
ríos van perdiendo caudal y las administraciones toman cartas en el
asunto. En el buen augurio por ahorrar agua debemos señalar algunas
curiosidades que las tipificamos así por no darles un adjetivo
políticamente incorrecto. El primero en señalar procede de la población
de Badalona a pocos kilómetros al norte de Barcelona. Un bando del
ayuntamiento para ahorrar agua obliga a la escuela de verano de
Badalona Alexandre Galí a vaciar su piscina de 4,6 metros de dimámetro
y una capacidad de máxima de 17 mil litros. El vaciado de esta
minipiscina dejaría a un centenar de niños y niñas que participan
durante el mes de julio en las actividades de una escuela de verano de
la ciudad. La piscina dispone de depuradora, según un responsable de la
escuela, para así aprovechar la misma agua durante las cuatro semanas
que dura el curso de verano y tan sólo hay que añadirle unos 20 litros
diarios. La principal curiosidad del caso es que son casi 100 niños los
que están en el patio de la escuela cada día de diez de la mañana a dos
de la tarde, horas, y que usan esta minipiscina para refrescarse. El
60% de los niños que acuden a las actividades son becados y proceden de
familias humildes. En la mayoría de los casos su estancia y las
actividades que allí realizan se convierten en sus únicas vacaciones.
El ayuntamiento se escuda que su ordenanza no puede tener excepciones.
Nadie ha cuestionado las piscinas privadas.
En las playas el celo municipal por ahorrar agua tampoco se aplaca. La
localidad de Premià de Mar (cerca de Barcelona) ha decidido cortar el
agua que abastece las duchas de sus playas. Lo curioso es que argumenta
que dado que su playa es corta invita a utilizar las de los municipios
vecinos como el Masnou. En esta población contigua las restricciones
afectan a una de cada dos duchas de sólo una de las playas de la
localidad. En el mismo frente de costa, la ciudad de Mataró ha optado
por cerrar las duchas de la playa de noche. En fin, que cada uno juzgue
donde está la racionalidad. Ahorrar agua se consigue más argumentando
las actuaciones que se realizan más que cortar el suministro.
Restringir el uso del agua debería acompñarse de políticas de medición
o monitorización en la gestión de este recurso. Pero esto siempre se
considera un lujo. Sin datos, todo es arbitrario, pero permite ejercer
el poder a los representantes elegidos democráticamente.
Pero no todo son arbitrariedades frente a la realidad cotidiana.
Algunos municipios intentan avanzar posiciones para disponer de más
recursos de agua. Este es el caso de una reciente ordenanza en el
municipio del entorno metropolitano de Barcelona, Sant Joan Despí la
cual establece que los proyectos urbanísticos deben incorporar una
doble red de agua. Además de la potable, otra instalación deberá
recoger el agua no potable originaria de la lluvia para poder ser
empleada para las descargas de la cisterna del váter, la lavadora, el
riego del jardín y la limpieza de los vehículos aparcados en el garaje.
Todo ello comportará la ubicación de un depósito de acumulación y de un
sistema de filtro y depuración. Las tuberías tendrán un color diferente
y los grifos llevarán una señal indicativa de que proporcionan agua no
potable. La recogida de aguas pluviales y el aprovechamiento de las
llamadas aguas grises procedentes de la ducha o el lavado de la ropa
son dos de las tecnologías disponibles para un mejor aprovechamiento
del agua dulce. Sin duda reaprovechar el agua es importante, pero lo es
más garantizar que las redes de suministro no pierdan por fugas en el
sistema. Más de un 15 % del agua potable se pierde en fugas y averías.
El problema es que es más fácil y mediático anunciar nuevas medidas que
subsanar la realidad.