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Esta
mañana me he apuntado a una clase de estiramientos por la vía del
Tai-Chi, donde la respiración, los movimientos acompasados y
conscientes han hecho que los primeros minutos con el día hayan sido
reveladores. Después un amago de empacho de higos blancos bajo el
frutal me ha sabido a gloria,…creo que no he andado lejos del
idealizado edén de la frugalidad.
Tenemos en la mesa de documentación del taller donde participo
diversidad de libros y publicaciones con algo o mucho de los contenidos
prosostenibilidad, menuda palabra, que mueven la esencia de este taller
de esta convivencia veraniega entre menos de una veintena de
humanos. Estamos ya en la fase de cubierta y hoy toca colocar los
rollizos de la cubierta sur, o sea, que a tocar, acariciar y colocar
madera como por un tubo.
Ha tenido un cierto toque revelador echarle un ojo a la imagen del 19
de agosto del impactante libro 366 días para reflexionar sobre nuestra
tierra de Yann Arthus-Bertrand.
Me he ido por un rato a Carelia en Rusia, impresionado por la imagen de
la iglesia de la Transfiguración en la isla de Kiji donde la cultura de
la madera es un elemento central de esas islas del lago Onega. La
UNESCO identifica a las obras de esa cultura vegetal como el súmmun de
la arquitectura y yo me voy desde ese lugar a este donde estoy, en la
Noguera en Lleida, tocando con pasión troncos de abeto colocados con
aprecio como cubierta de una pequeña aportación al mundo de la
bioconstrucción (arte de la construcción de viviendas según los
criterios del enfoque sostenibilista en lo que se refiere a la calidad
biológica de los materiales, aprovechamientos energéticos solares y
reducida huella ecológica).
Las 22 cúpulas orgánicas y de compleja plástica de madera sin clavos de
ese lugar de culto religioso de los rusos genera un impacto visual
inmediato, fruto del virtuosismo de los carpinteros de la época, allá
por 1714 y del clic del artista fotógrafo y que he disfrutado con mis
retinas. Cita el comentario que anda la estructura atacada por
hongos y que no se aclaran los cuidadores de cómo iniciar su
restauración. Reflexiono aquí sobre como reaccionará la madera que
estamos colocando, de cómo la vamos a tratar estos próximos días para
preservarla de las especies que pueden encontrarla apetitosa, de cuanto
aguantará. Tanto la iglesia lejana, vieja y bella como la cubierta
cercana, recién parida y también bella como todo lo que uno hace con
tus manos e ilusión, están construídas con un recurso solar por
excelencia, fruto de la fotosíntesis y la química natural. Tenemos hoy
a disposición y esperándonos los 20 olivos sur cercanos a 4 metros de
longitud y con una media de 17 centímetros de diámetro y no puedo sino
bondadosamente agradecer a la madre tierra que nos haya brindado la
oportunidad de aprovecharnos de sus frutos, y pienso que devolverán
estos árboles talados, servicios y satisfacciones a los usuarios de
esta particular construcción.
Cuando toco los rollizos, como acariciándolos, me voy a ese baúl de
recuerdos que todos mantenemos a buen recaudo. Recuerdo la contabilidad
que hicimos hace unos días con el maestro Josu, salían unos 50 años de
círculos de una vida sesgada para servicio bondadoso de uno de los 80
troncos que estamos empleando en la obra. Cuando el camión, el primer
día, descargaba los 8 metros cúbicos de biomasa, realicé un particular
acto de agradecimiento por el regalo natural del que nos habíamos
apropiado, gracias porque hay que dárselas. ¿Cuánto sol, agua,
vientos, savia, y vidas habrán pasado por todo el porte y ramas de cada
árbol?, para ahora, difunto posicionarse para cobijar a algunos
humanos. Tengo hacia los árboles devoción, no identifico más de 10
especies, y me ilusiona pensar que algún día pueda llegar a muchas más,
cuantas cosas sé y qué poco conozco sobre lo vital. Siempre he pensado
en los servicios naturales que nos brindan: sombras y frescura, madera,
frutos, vida silvestre, captura de CO2, regalo de oxígeno, purificación
y control del agua, relajos y bellezas visuales, ramas al servicio de
los infantiles columpios (como aquella encina solitaria que ya no está
y donde mi padre montó el primero de mi vida, donde casi aprendí a
volar), y los inevitables espacios para amar y gozar con otros.
Recuerdo también de cómo un día me subí a unos troncos en el puerto de
Sagunto para desplegar una pancarta donde se pedía Stop madera ilegal,
no a la madera de la guerra (muchos troncos venían de forma ilegal de
Liberia, cargados de sangre virtual) todavía recuerdo con fuerza la
enormidad de los troncos, que horizontales me llegaron como a trasladar
a su bosque lejano, donde la sierra injusta cortó para gozos mediocres
un tesoro vital.
Lo escuche un día en boca de buen amigo, me emocioné, lo he buscado hoy
en el libro El hombre y la madera, editado por la histórica Integral.
Quién sabe, quizás también a ti te sirva de algo.
El Árbol, por Rabindranath Tagore
Viajero, escucha:
Yo soy
la tabla de tu cama, la madera de tu barca, la superficie de tu mesa,
la puerta de tu casa. Yo soy el mango de tu herramienta, el bastón de
tu vejez. Yo soy el fruto que te regala y te nutre, la sombra
bienhechora que te cobija contra los ardores del estío, el refugio
amable de los pájaros que alegran con su canto tus horas y limpian de
insectos tus campos. Yo soy la hermosura del paisaje, el encanto de la
huerta, la señal de la montaña, el lindero del camino…
Yo soy
la leña que te calienta en los días de invierno, el perfume que te
regala y embalsama al aire a todas horas, a salud de tu cuerpo y la
alegría de tu alma. Por último, soy la madera de tu ataúd.
Por
todo esto, viajero que me contemplas, tú que me plantaste con tu mano y
puedes llamarme hijo, o que me has contemplado tantas veces, mírame
bien, pero…no me hagas daño.
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